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A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E 21 como complemento de su misión profètica y para corroborarla (Is. 52, 13 .ss., 53). La tradición habla del martirio de Isaías y de Jeremías. Jesu cristo hace referencia a los profetas cuyo destino es morir martiri zados en defensa de su ministerio (Mt. 23, 34-37). Juan el Bautista muere como profeta (Mt. 14, 1-12 par.). El mismo Jesús cumplió su misión de pregonero del Reino de Dios dando testimonio con su san gre, ya que no conviene que muera ningún profeta fuera de Jerusa- lén (Le. 13, 33). Pablo menciona repetidas veces sus tribulaciones, persecuciones y sufrimientos de que iba acompañada su predicación apostólica como una señal de la autenticidad divina de la misma. El sufrimiento, la llamada al martirio ha de ser destino universal de todo cristiano; pero muy especialmente del pregonero del evan gelio, del predicador. Este debe llevar continuamente en su cuerpo marcadas las señales del Señor Jesús (Gal. 6 , 17). Siempre ceñida a su cuerpo la mortificación de Jesucristo (2 Cor. 4, 10). Porque «pienso que Dios a nosotros, los apóstoles, nos exhibió como los últimos, cual condenados a muerte, como espectáculo del mundo, llenos de perse cuciones, basura del mundo y desperdicio de todos» (I Cor. 4, 9-13). Siempre entre peligros, «cada día en trance de muerte» (2 Cor. 4, 11, 31; cfr. 2 Cor. 1, 5-11; I Cor. 15, 31). Con tales sufrimientos, aguan tando una muerte continuada, Pablo cumple por su parte «lo que falta a las fatigas de Cristo en mi carne por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia» (Col. 1, 24). En Pablo hay que buscar otras razones más personales e íntimas que expliquen la reiteración con que él habla de los sufrimientos que le ocasiona el ejercicio del ministerio apostólico. Pablo predica continuamente a Cristo y éste crucificado. Pero él no quiere ser un pregonero que se pone de la parte de fuera del mensaje, quiere ser en toda su vida un testimonio a favor de la Cruz de Cristo que predica. Por eso e x h ib e todo su ser interior y exterior- mente crucificado, como eco perfecto del Mensaje de la Cruz que anuncia. Su inteligencia la tiene capturada en obsequio a Cristo por la fe (2 Cor. 10, 5). Su vivir es un vivir en Cristo crucificado por la fe (Gal. 2, 19-20). Su voluntad está prisionera de la caridad de Cristo, de la que nadie puede separarle (Rom. 8 , 35-39) y que le impulsa a la predicación misionera (2 Cor. 5, 13-14). Todo su ser está cautivado por Cristo (Flp. 3, 12). Su mismo cuerpo mortal está siempre rodeado por la mortificación de Cristo (2 Cor. 4, 10), cuyas señales lleva mar cadas en la carne (Gal. 6 , 17). Es realmente llamativa la importancia que Pablo da al hecho de que su predicación está siempre acompañada de persecuciones, de sufrimientos, de cruz. Recuerda a los tesalonicenses que les predicó
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