PS_NyG_1965v012n001p0003_0043

A L E JA N D R O D E V IL L A L M O N T E 13 5. Qué es lo que im p lic a la m is ió n d iv in a . L a m is ió n es o b ra de D ios. San Juan califica la misión de Jesús como una donación de Dios: Tanto amó el Dios-Padre al mundo que le dio a su Hijo unigénito (Jn. 3, 16). La misión de Jesús al mundo es efecto del amor caritativo del Padre hacia los hombres. La teología católica desde san Agustín ha visto la raíz última de la misión en la vida intratrinitaria. El Padre dona liberalmente su ser al Hijo y ambos al Espíritu Santo. Esta es la razón fundamental que nos ilustra sobre el hecho de que el Padre envía a su Hijo al mundo y ambos al Espíritu. Ya la comunicación de amor caritativo con que el Padre da vida al Hijo y ambos al Espíritu, tiene una misteriosa y radical refe­ rencia a esta donación que luego se hace en la historia de Salud. No podemos detenernos ahora a hablar de este fundamento teológico más profundo de la «misión», pero será conveniente no perderlo de vista para acercarse un poco al misterio que encierra la misión que el Padre da al Hijo y al Espíritu y luego toda la Trinidad al hombre que ha sido elegido para ser apóstol: Enviado del Padre, del Hijo y del Espíritu. En forma más inmediata y personal, la misión implica una lla­ mada, una elección. Pablo se considera «elegido», «llamado» por Dios al apostolado, ya desde el seno materno (Gal. 1, 15). En todos los profetas del A. Testamento, según los textos mencionados, la misión implica una llamada —vocación— elección especial de Dios. Esta llamada de Dios, esta elección es una g ra c ia de D ios, una muestra de la amable voluntad de Dios Padre para con el elegido pa­ ra ser apóstol, escogido para el evangelio (Rom. 1, 1), llamado por la gracia de Dios (Gal. 1, 15). Pablo es «constituido ministro según el don de la gracia de Dios que me fue dada según la energía de su poder; me fue otorgada la gracia de anunciar a los gentiles las ri­ quezas de Cristo» (Ef. 3, 7-8). Mediante esta graciosa elección el predicador entra en el m is te rio de C ris to . Esta incorporación al «mis­ terio de Cristo», tal como se realiza en Pablo (y en todo predica­ dor de evangelio, en forma análoga) tiene un primer significado: El pregonero de la Buenanueva, por el mismo hecho de predicarlo, se convierte en ministro, instrumento de la realización del misterio de Cristo. Así lo describe Pablo ampliamente en Ef. 3, y en Col. 1, 24-29. Esta incorporación del predicador al «misterio de Cristo» no es puramente externa, como mero instrumento. Según hemos de ver, la actividad kerigmática es una parte constitutiva del misterio de Cristo, de la Historia de Salud que se realiza en torno a Cristo. Sin duda que todos los que están en Cristo están incorporados a su Misterio y ejer­ cen en él alguna actividad (I Cor. 12-14; Ef. 4, 1-16). Pero la elección

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz