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D IO N IS IO CASTILLO 2 4 7 de la lib e rta d d e l hombre. Y afectado de u n ra d ic a lism o en te ram en te nuevo con su neg a ción ab so lu ta de D ios 53. Pero no s p regun tam o s: ¿Es que ún icam en te e l hombre liberado de D ios puede se r ve rdade ram en te lib re ? ... o, m ás bien, su lib e rtad «exige» p recisam en te a D io s p a ra «fundarse» como « lib re»?... Reconocemos que el p rob lem a es g rave y sum am en te delicado. U l­ tim am en te se tra ta de a c la ra r el sen tido de la «acción transcenden te» de D ios respecto a la s c re a tu ra s lib re s. Y , como «transcendente», e scap a a nue stro modo «creado», «antropomórfico» de conocer; po r lo que n u n c a llegarem os a com p rend e rlo po r completo. No obstante, se tra ta de a c la ra r h a s ta dónde se nos p e rm ita . Y en este aspecto, queremos a p u n ta r dos «preju icios» fund am en ta le s que e n c ie rra la po sición atea, an te rio rm en te exam inada, y que, ló g i­ camente con estos p resupuestos, la h a cen in cap a z de «vislum b rar» la so lu ción a l p rob lem a... 1. Presuponer y proclamar an teced en tem en te la independencia «absoluta » de la lib e rtad , con sid e rada como p u ra autode te rm inación y como u n «absoluto» fren te a «otro», caso de que D ios existie ra . T a l concepción de la lib e rta d padece de u n «indeterm in ism o abso­ luto» que le lle v a lógicam en te a neg a r ese «Otro» que le q u ita ría la cap a c id ad de p le n a «opción» a aquélla. S a rtre , y siguiéndo le todos aquellos que po sterio rm en te se h a n p ro clam ado po r esta concepción de la lib e rtad , no h a h e ch o sino a p lic a r a l concepto de lib e rtad h u ­ m an a los cara cte re s que Descartes, con su concepción «vo lun tarista» exagerada, a t rib u ía a la lib e rta d d iv in a , cre ado ra de va lo re s y v e r­ dades, pe rfectam en te independ ien te y s in reg la antecedente alguna. Pero t a l e xa lta c ió n de la lib e rta d con trad ice a la m ism a expe­ rie n c ia . a) E l hombre no es «antes de nada» «libertad», como afirm a S a r­ tre. E sta presupone u n a e stru c tu ra antecedente, u n su je to e sp iritu a l, u n a «persona» ab ie rta de la que d im an a como v irt u a lid a d ca ra c te ­ rís tic a y g ra c ia s a la c u a l perm anece M. 53. Las famosas cuestiones «de auxiliis» son significativas al respecto. Aunque puestas en el plano teológico, siempre se trata de la relación existente entre causa creada e increada. Sobre su historia, cf. I. H e l l i n , S. I., Cursus philosophicus, V, Tlteologia Naturalis, BAC, Madrid 1950, 800 ss., con amplia bibliografía. La coexis­ tencia entre el ser finito e in fin ito n o es fácil de entender; pero no es auténtica solución de un «problema real» el escamotear uno de los térm inos puestos en litigio, com o hace Sartre negando el infinito. 54. Para el análisis de la libertad en el sentido de suponer un sujeto espiritual, una persona, con «apertura» h acia el infinito, hacia la totalidad, cf. M. N e d o n c e l l e , Vers une phiíosophie de l’amour et de la personne, Aubier, Editions Montaigne,

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