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112 J E S U S , ID E A L D E H O M BR E P E R F E C T O tipo, módulo o norma de perfección a que debemos ajustarnos si queremos llegar a un ser en plenitud. Cristo, el modelo puesto por Dios Sabemos que nuestro ir a más y mejor lo exige una fundamental y misteriosa ley de vida, y lo exige sobre todo —esto importa más— el mismo Dios. El Apóstol nos ha dejado buena constancia de ello en su famoso texto de Eph. 1, 3-6. Pero, lo que aparece aquí en forma un tanto vaga, difusa, se pre cisa con hermosa concretez en otro texto suyo, el de Rom. 8, 28-30: «Y sabemos que Dios coordena toda su acción al bien de los que le aman, de los que según su designio son llamados. Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo». Fuerte de concisión y estallando de contenido se nos ofrecen las expresiones del Apóstol. ¡Qué pocas palabras, para decirnos verdades inmensas, estremecedoras! Sabemos que Dios hace converger todas las cosas en bien de quienes le aman... Nos ha pre destinado a reproducir en nosotros mismos la imagen de sil Hijo... Esto último es lo que particularmente nos interesa ahora 11. La cosa está clara: ni la meta de nuestra evolución «in melius», ni nuestro ideal de perfección, ni la marca de nuestra obra moral se han dejado a nuestro gusto o arbitrio; los_ tenemos señalados por Dios «antes de la creación del mundo». Es decir, que estamos «pre destinados» en una concretísima dirección... Y no podemos salimos de ella, so pena de fracasar. En ese «ser conformes» = configurarnos a imagen de Cristo, está la única manera válida de ser perfectos. ¿POR QUE? ¿Por qué precisamente así y no de otro modo? Tiene que haber razones, y a cada uno de nosotros se nos ocurren algunas; pero, creo que, al menos por ahora, sólo tenemos una abso- 11. Y a sab em o s qu e n o está n p le n a m e n te aco rd es los escritu ristas en la In terp reta ció n de este te x to d el «co n fo rm e s fieri im a g in is P ilii su i». P ero creo que lo que m e jo r e n c a ja en la estru ctu ra gen era l d el p e n sa m ie n to de S. P a b lo es en te n d er esta a firm ación su ya, n o só lo de la fu tu ra con figu ración de n u estro cuer p o a l tip o del cu erp o glorioso, o glorificado de C risto, sin o tam b ién de u n a p revia con figu ración m o ra l-e sp iritu a l; en aq u ella ú ltim a con figu ración en co n tra rá con su m a c ió n y rem a te fe liz la ob ra to ta l de « c o n fo rm a c ió n » o sem e ja n za a que h e m o s sid o p red estin ad os. E s d e c ir : a la p le n a con figu ración gloriosa, p or u n a es fo rza d a co n figu ración virtu osa. S e esclarece y c o m p le ta este te x to de R o m a n o s, c o n ju g á n d o lo co n los de II C or. 3, 1 8 ; I C or. 15, 4 9 ; I C or. 11, 1 ; G a l. 4, 19.
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