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106 J E S U S , ID E A L D E H OM BR E P E R F E C T O ción de la vida; pero, sin duda, vivir es un hacerse, ir a más, evo lución «in melius»: de germen, a plenitud, de esbozo o boceto, a cosa hecha — «perfecta»— ; de promesa, a realización... Por eso nos cau san tan penosa impresión de fracaso los seres que no llegan, que se van quedando..., quedando a medio hacer; los enanos, los retrasados, los contrahechos, los deformes. En ellos se ha frustrado una exigen cia fundamental de la naturaleza. Y así en ellos se malogran de al gún modo los mismos planes de Dios, pues lo que pide el recto orden natural, es querido ciertamente por Dios, autor de la naturaleza. Subamos ahora del plano físico-natural al espiritual-sobrenatu- ral. Aquí la exigencia de evolución ”in melius’’, de desarrollo a per fección, tiene que ser más vigorosa y amplia. Precisamente por tra tarse de un vivir superior, en el que superiormente ha de cumplirse la mencionada ley de vida. Dios lo quiere así. Y así nos lo ha declarado. En las páginas de la Revelación encontramos textos que ponen bien al descubierto cuál sea la voluntad divina sobre este punto de nuestro ordenamiento a una plenitud de perfección. Recordemos tan sólo uno, especialmente interesante por el tono solemne con que se nos habla. Salió del alma de San Pablo, entonces «vinctus in D om ino»=enca - denado por el Señor, y llegado ya a la más hermosa madurez espiri tual: « Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo..., porque nos ha escogido en El antes de que el mundo fuese, para que seamos santos e inmaculados en su presencia por amor » (Ef. 1, 3-4). He aquí nuestro destino —infinitamente querido ya desde antes de que el mundo fuese— : ser en orden a estar en la presencia de Dios con esplendor de belleza, que sólo pueden tener las cosas bien logradas y sin mancha. En fin, que tanto por ley natural como por ley sobrenatural, nos otros los hombres tenemos que ir a perfección, empeñarnos en una plena realización de nuestro ser, ansiosos de llegar al «colmo» que nos corresponde. En todo esto no hay, no puede haber, cuestión. La CUESTION viene ahora. — ¿Cabe o no cabe —en esto de ser hombres logrados— diversidad de ideales, de estilos, de tipos, de modos? ¿Se ha dejado a nuestro gusto el cómo ser perfectos, o habremos de serlo, inexorablemente, conforme a un patrón que tenemos ya prefijado?
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