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116 J E S U S , ID E A L D E H OM BR E P E R F E C T O se nos tiene que ir pegando su fondo y forma, y terminaremos sin­ tiendo, pensando y obrando a lo Jesús v . El logro de todo ello —n o lo olvidemos— depende en forma sus­ tancial de la ayuda del Espíritu Santo, pues no será posible entender a Jesús y asimilarse su estilo sin la acción eficaz del «Espíritu de Jesús» En todo humano afán lo decisivo es el espíritu: mucho más tiene que serlo el Espíritu en un empeño que, aun cuando propio de hombres, tanto supera las capacidades humanas. Podemos reproducir aquí, como final y resumen de todo lo que hemos dicho (o querido decir), irnos párrafos de Xavier Zubiri: «La Encarnación no tuvo lugar sino para edificar al hombre. Es, pues, un proceso único: el misterio de la voluntad del Padre abarca en Cristo a la humanidad entera, en cuanto unida a El. Por esta unión, por esta presencia de Cristo en los hombres, nuestra santifi­ cación es el último cabo del magno ’’mystérion” de la voluntad del Padre...». «El hecho de que Cristo tenga ya un cuerpo glorioso, expresa que la ’’recapitulación” tiene para San Pablo un último sentido escatoló- gico. En el cuerpo glorioso de Cristo está la raíz de una glorificación que será comunicada al hombre y a la creación natural entera... En el Nuevo Testamento se refiere el hecho de la transfiguración de Cristo en el Tabor. Se le describe resplandeciente: es la idea de «phos», de la luz como expresión de la gloria de Dios, de su dóxa. Hubiera sido la figura normal del cuerpo de Cristo si el hombre no hubiese pecado. Por el pecado renunció El a esta figura, y adoptó la figura posible del hombre histórico. Con su resurrección y ascensión se realiza la fi­ gura de su ser glorioso. Por ella está a la cabeza de la creación, no sólo a título de compendio de ella, tampoco solamente a título de suprema perfección suya, sino a título de realidad típica y ejemplar: por Cristo, y a modo de Cristo, la creación entera tiende a una trans­ figuración futura y gime por ella» ls. 17. «E n te n d em o s la v id a cristia n a co m o ’’segu ir” a C r is t o : pero, ¿q u é se quiere d ecir con esto? ¿ D e qu é m o d o so n n o rm a tiv a s p a ra n o sotros la p e rso n a y la v id a de J esú s? S i se h a de ir m á s a llá d e la s ap lica cio n es a b stra cta s, si la acción y la p a sió n de C risto, su a ctitu d y sen tim ien to s, h a n de a c la ra r y o rien ta r n u estra e x isten c ia h u m a n a , si la id e a d el ’h o m b re n u ev o ’ que ’está tra n s fo r m a d o en la im a g e n d el esp len d or d el S e ñ o r’ (I I C or. 3, 18) h a de a lc a n za r u n con ten id o evid en te e in sp ira d o r, en to n ces es p reciso qu e esa im a g e n se h a g a m á s co n creta d e lo que suele se r casi siem p re». R om a n o G u a r d in i, La realidad humana del Señor, p . 23. l a H ech . 16, 7 ; R o m . 8 , 9. 19. Naturaleza, Historia, Dios, M a d r id , 1954, p p . 552, 538-39.

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