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80 V O L U N T A R ISM O E S C O T IS T A . la primacía de la voluntad libre en el campo de la acción. Sartre da un paso decisivo al trasladar esta primacía al campo del ser. Con ello se distancia Sartre de Duns Escoto. Aún en este primer momento de parcial convergencia las posturas son muy distintas. Ambas, sin em­ bargo, concuerdan en afirmar la primacía de la libertad en el campo de la psicología humana. El tema de la libertad lleva siempre consigo un mucho de drama. Nada de admirar, por ello, que Sartre haya llevado a sus obras dra­ máticas su idea filosóñca sobre la libertad humana. Tal vez nunca tan de propósito como en la titulada Las Moscas. Ya este título preanuncia alegóricamente el desprecio que debe animar al hombre hacia todo lo que se oponga a su libertad. Las moscas son los re­ mordimientos. El hombre libre los debe tratar con la misma repulsa exterminadora con que son tratados tales insectos. Prototipo de hom ­ bre libre es Orestes, protagonista de dicho drama. En un momento de vacilación su pedagogo le anima con esta arenga: «Ahora sois joven, rico y hermoso... libre de todas las servidumbres y de todas las creencias, sin familia, sin patria, sin religión, sin oficio, libre de todos los compromisos y sabedor de que no hay que comprometerse nunca; en fin, UN HOMBRE SUPERIOR...». Más tarde, hablando con su abatida hermana, después de haber cometido conjuntamente el asesinato de la propia madre, la reanima en estos términos: «No es de noche; es el amanecer. Somos libres, Electra. Me parece que te he hecho nacer y que acabo de nacer contigo». Al final del drama se encara con el mismo Júpiter a quien dirige estas blasfemas alta­ nerías: «No soy ni el amo ni el esclavo, Júpiter. ¡Soy mi libertad! Apenas me creaste, dejé de pertenecerte... No volveré bajo tu ley; estoy condenado a no tener otra ley que la mía. No volveré a tu naturaleza; en ella hay mil caminos que conducen a ti, pero sólo puedo seguir mi camino. Porque soy hombre, Júpiter, y cada hombre debe inventar su camino». Dentro de su radicalismo blasfemo señalan estas acotaciones de modo bien preciso que la libertad se halla en el centro de la vida del hombre. Es el punto convergente con Duns Escoto. Pero aún aquí una sima honda separa a ambos pensadores; pues mientras Duns Escoto acota el campo de la libertad dentro de la actuación, Sartre hace descender esta libertad hasta las intimidades primeras del ser. El ser humano, para Sartre, consiste sustancialmente en ser libertad. Las blasfemias altaneras que ha pronunciado Orestes son la expre­ sión dramática de su descaminada metafísica. Recojamos de labios de Orestes esta alusión al ser como fundado en la libertad. Ello nos abre paso a los caminos de la libertad que

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