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78 V O L U N T A R ISM O E S C O T IS T A . que disminuiría la dignidad de la voluntad, y por consiguiente, del alma humana. Por lo mismo Duns Escoto —confluencia en esta oca­ sión de todo el pensar franciscano— niega decididamente que el ob­ jeto de la beatitud plena, o sea, Dios intuitivamente visto, pueda motivar en la voluntad una necesidad de determ inación. También entonces, y más que nunca, la voluntad es dueña de suacto. Lo domina. Este dominio es la esencia de la libertad I0. Esta carencia de determinación intrínseca no obsta para que en la beatitud del cielo se dé la necesidad de inmutabilidad. Consiste esta en que de tal suerte la voluntad libre quiera el objeto de la beatitud, que quiera siempre quererlo. Si alguien pregunta ahora el por qué de esta indefectibilidad de la voluntad en su querer, Duns Escoto halla la razón, no en el poder de atracción del objeto saciante, sino en la rectitud de la misma voluntad. En virtud y en fuerza de esta rectitud la voluntad observa indefectiblemente el orden recto de amar el Bien Optimo, objeto de su beatitud. Ya dijimos que para Duns Escoto, siguiendo a San Anselmo, la voluntad es un poder responsable ante el orden. Cuando más recta sea la voluntad, tanto más indefectiblemente observará el orden recto. Si la voluntad logra la plena rectitud, la indefectibilidad en el orden será eterna. Esta indefectibilidad eterna es la expresión objetiva de lo que desde el lado subjetivo hemos llamado necesidad de inmutabilidad. Ahora aparece claro cómo esta necesidad ni se confunde con la necesidad de determinación, ni es incompatible con la libertad plena de la voluntad u. Al llegar aquí, después de resumir una doctrina muy conocida en los comentadores franciscanos —lamentablemente no en otros am­ bientes del pensamiento cristiano— podemos legítimamente concluir que, para Duns Escoto, la libertad ocupa un puesto central en la psi­ cología humana. Sin contemporizar con ninguna clase de indetermi­ nismo arbitrario Duns Escoto ha dignificado la acción libre, que es la específicamente humana, manteniéndola en sus diversos estados al nivel exigido por la grandeza del hombre. J. P. Sartre inicia sus reflexiones sobre la libertad desde una pers­ pectiva muy otra a la de Duns Escoto. No reconoce que la voluntad 10. Quodlíb. XVI, n. 8 (ed. Vives), t. 26, p. 194 : «A c tio circa fln em u ltim u m est a ctio p e rfe ctissim a , et in ta li a ctio n e lib ertas in a g e n d o e s t p e rfe ctio n is : igitu r n e cessita s in ea n o n to llit, sed m a g is p o n it illu d qu od e st p e rfe ctio n is, cu ju sm od i e st lib ertas». 11. Rep. Paris. I V , d. 49, q. 5, n n . 1-13 (ed. Vives), t. 24, p p . 641-646.

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