PS_NyG_1964v011n001p0073_0096

92 V O L U N T A R ISM O E S C O T IS T A . un lado la ventaja o provecho sensible, determinantes del apetito inferior, se declara por el bien y la justicia. Pero adviértase que el hombre no crea estos valores. Los realiza. No crea el amor a Dios, ni el amor a la patria; pero, por amor a Dios el mártir ofrenda su vida en el martirio. Y por amor a la patria el héroe arrostra la cárcel y la muerte. Para Duns Escoto la moral de la libertad no es una moral de capricho. Es la capacidad de observar un orden, de actuar un valor. No porque férreamente lo impone una causa extrínseca, sino porque quiere observar el orden de Dios y realizarse el valor moral. En esto está precisamente la raíz de la dignidad humana. Punto por punto se ha colocado Sartre en el polo opuesto a esta moral de Duns Escoto. Principio básico de esta nueva moral es la cínica negación de todo orden y de todo valor. «Mi libertad, escribe Sartre, es el único fundamento de los valores y nada, absolutamente nada, justifica que yo adopte tal o tal valor, tal o tal escala de valores. Yo soy el ser por el cual los valores existen; pero, como tal, soy injustificable y sin excusa. Soy el fundamento sin funda­ mento de los valores. Esto es lo que yo experimento en la angustia, que es una toma de posesión reflexiva de la libertad por sí misma; y mi angustia aumenta al darme cuenta de que los valores no pueden existir sin poder ser puestos en cuestión, puesto que yo me reconozco libre, es decir, capaz de invertir la escala de los valores» 2a. Ante este panorama del mundo de los valores en el que no se puede percibir la menor jerarquía ni el menor sentido de polaridad —todos son producto bruto de la libertad actuante— Sartre deduce cínicamente esta conclusión: ” 11 ne nous reste qu’á nous fier a nos in stincts” :o. La entrega leal al instinto, la máxima espontaneidad en el comportamiento con él: He aquí la única norma del «HUMA­ NISMO FXISTENCIALISTA». ¿Camina este humanismo hacia un puro amoralismo? Evoca in­ dudablemente la filosofía de Sartre a la moral que A. Gide describió en sus novelas. Para este novelista la única inmoralidad consiste en que uno se proponga ser moral. La ley, la norma, el propósito, el examen de conciencia, el pedirse razón de lo hecho: He aquí las máximas inmoralidades que puede cometer un hombre, que debe hallarse en cada momento dispuesto a hacer cualquier cosa, lo que su libertad le exija. Y, sin embargo, este radical moralismo es im­ 29. L’être et le néant..., p . 72 ss. 30. L’existenciallsme..., p. 43.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz