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86 V O L U N T A R ISM O E S C O T IS T A . téntico los expone Sartre según el esquema clásico en el existencia- lismo. En esta ocasión no hace más que radicalizar lo que sus pre­ cedentes habían analizado y que ya Bargson desde la filosofía de la vida había descrito con fina visión psicológica. Lo peculiar de Sar­ tre es que mientras Bergson describe al hombre inautèntico para que rompa el propio cerco y se abra a la verdadera vida, él intenta hundirlo en las simas de la nada. Quiere que el hombre no renuncie a enfrentarse con esta. Pues ” la nausea” debe ser el condimento con el que debe aderezar los manjares que la existencia le va pro­ pinando. Inútil buscar júbilo, optimismo, abertura hacia ideales. Todo es­ to se halla cerrado para el hombre que quiere vivir auténticamente. Tan sólo le queda su desolado vivir en la conciencia de su libertad que le provoca inevitable angustia. 3. La libertad con relación a la plen itud de la vida feliz. Con­ vienen en general los filósofos en afirmar que el último fin pone las potencias del alma en su máxima tensión. Efectivamente; la pleni­ tud de la actividad de estas se logra en dicho momento de tal suer­ te que la asecución del último fin, la suprema perfección humana y el gozo más cumplido son la misma realidad, vista desde tres án­ gulos distintos de perspectiva. Duns Escoto no solamente no se aparta de esta visión certera, si­ no que subraya, tal vez como ningún otro pensandor, el influjo de la voluntad libre en dicho momento de plenitud. Propone categóri­ camente que la asecución del último fin es obra esencial de la vo­ luntad. Las otras potencias concurren para completar la acción de ésta. Ya indicamos esto anteriormente al analizar la autosuficiencia de la voluntad libre en el acto de la beatitud. Ahora nos interesa precisar más los elementos que actúan sobre la voluntad para que és­ ta realice su acto del modo más perfecto. Los elementos actuantes sobre la voluntad en la beatitud son dos: el objeto presentado a la mente y la acción de Dios que corrobora la intrínseca debilidad de la voluntad libre para que permanezca indefectiblemente unida a su objeto. El objeto presentado a la mente no es otro que el mismo Dios, intuitivamente visto por la mente humana. En esto Duns Escoto no hace más que recoger la doctrina tradicional. ’’Videbimus eum sicu - ti e st” (I Jn. 3, 2), escribió San Juan. La teología católica ha desa­ rrollado este breve texto con largos comentarios, que intentan acla­ rar en algo el misterio de la visión beatífica. Duns Escoto, como es sabido, tiene en la interpretación de la misma, puntos de vista pe

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