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F E L IC IA N O D E V E N T O SA 85 florón, por ser, digamos la misma palabra de Duns Escoto, « princi- palior in imagine » 1?. Frente a esta claridad optimista de Duns Escoto la tiniebla pe­ simista de Sartre se siente más espesa. Pero su lógica, debemos con­ fesarlo, es férrea. En efecto; si la conciencia que se siente libre es ónticamente un desgarro en el ser, una caída, un agujero negro, su traducción psico­ lógica no puede ser otra que la angustia. En la angustia, escribe Sartre, «adquiere el hombre conciencia de su libertad, o si se pre­ fiere, la angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia del ser» ;s. Por lo mismo, la libertad y la angustia se reclaman in­ venciblemente. La libertad queda patente en la angustia y la angustia consiste radicalmente en «la saisie du n éan t», expresión con la que parece que Sartre quiere asirnos a la nada. Bajo el influjo de sus predecesores existencialistas, especialmente de Kierkegaard y Heidegger, amplía Sartre sus análisis de la angus­ tia en cuanto fenómeno psicológico que brota de la conciencia de ser libres. «La angustia, escribe textualmente, se distingue del temor porque el temor es temor de los seres del mundo y la angustia es an­ gustia ante el propio yo» :0. Es que el propio yo tiene que lanzarse con su libertad a la acción, pero sin norma y sin motivos. De aquí su angustia, su perplejidad, su desazón. Adviértase que, según Sartre, la voluntad libre no carece de moti­ vos determinantes porque sea libre, sino que es libre porque carece de motivos. Y sin motivación, sin norma, sin orientación, s:n rumbo de­ be ir elaborando su nada, que es su propio yo, en cada momento de su existencia. El hombre inautèntico, que es siempre el hombre que obra por motivos, intenta eludir la angustia. Tiene esto lugar en la «mauvai- se f o n . Esta mala fe no consiste tanto en tratar de engañar a los otros cuanto en engañarse a sí mismo. «Es a mi mismo, escribe Sar­ tre, a quien enmascaro la verdad» :o. Los que obran así son los hom­ bres serios, a quienes Sartre llama con el despectivo nombre de «sa- laux», cuya traducción, con cierto enfemismo, sería la de «inde­ c en tes». Los modos de enmascarar la verdad que utiliza el hombre inau- 17. Op. Oxon., I V , d . 6 , q. 11, n. 4 (ed. Vives), t 16, p. 651. 18. L’être et le néant., p. 66 . 19. O. y l. cit. 20 . O. cit., p. 86 .

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