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BERNARD INO DE ARMELLADA 5 5 teología paulina de la unidad: «Porque todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo, ya judíos, ya gentiles, ya siervos, ya libres» (1 Cor. 12, 23). Años más tarde, en las cartas pastorales, Pablo fustiga a ciertos individuos que perturban la paz de las comunidades con «disquisiciones fútiles cuyo efecto único era irritar a los espíritus y atizar las disputas» (2 Tim. 2, 2-3). Además de la disgregación íntima del hombre, víctima de la con cupiscencia, la tarea de Pablo de reunir a todos en Cristo encontraba los dos escollos más graves de la unidad social: el orgullo de la raza y el espíritu doméstico de rivalidad y envidia. A todo ello opone el Apóstol su contundente Teología de la Unidad. B) Teología paulina de la unidad. Lo que en el título de la disertación se llama espiritualidad uni taria en el apostolado paulino, se expresa de un modo más concen trado, aunque quizás menos dinámico, en este otro epígrafe: Teología paulina de la unidad. Porque en el epistolario de San Pablo no po demos establecer distinción neta entre teología y espiritualidad, ya que su pensamiento sobre la verdad revelada arrastra toda su actitud práctica para con Dios. Ni tampoco se puede desconectar su espi ritualidad y pensamiento teológico de su actividad apostólica, pues todo el hablar y el escribir de Pablo es hablar y escribir de apóstol. Comencemos por afirmar que la idea de unidad es algo nuclear en Pablo. Evidentemente que él no piensa en una unidad vacia v abs tracta, sino muy llena de contenido. El elemento material sobre el que se proyecta su espíritu profundamente unitario es una Iglesia jerárquicamente organizada. Repasemos medio entre paréntesis lo justo de esta última afir mación, que juzgamos demostrada contra las tentativas de hacer de Pablo un apóstol ajerárquico. Por ejemplo, la carta más antigua que se conserva del Apóstol, la primera a los Tesalonicenses, pide a los fieles acatamiento para los que trabajan en presidir y amones tar (1 Tes. 5, 12). La diferencia de dones del Espíritu en que San Pablo insiste cuando exhorta al orden a los Romanos y Corintios, supone evidentemente una organización en la que él mismo tiene la supremacía. Es una desigualdad querida por el Señor, en la que unos gozarán de carismas como la profecía o el don de lenguas, y otros tendrán prerrogativas de alcance social: el que enseña, el que
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