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70 LA E S P IR IT U A L ID A D U N IT A R IA . Con todo, yo creo que la verificación de la unidad corre hoy mayor peligro en el otro fenómeno inquietante —y tampoco demasiado mo derno— de la rebeldía ante las expresiones externas de la unidad, que da como resultado un personalismo desintegrante en el Cuerpo Místico de Cristo. Está justificada la búsqueda de la unidad interna en la libertad y espontaneidad de espíritu frente a Cristo. Pero frecuentemente, al querer liberarse de lo que se cree tirantez exterior, se llega al espíritu sin cuerpo, que es —en la comunidad cristiana— algo tan absurdo como el cuerpo sin espíritu. La algarabía de carismas, según dice expresamente San Pablo, dará al infiel que lo presencia o conoce la impresión de hallarse entre locos; mientras que la coordinación le hará caer de hinojos, ado rando a Dios, a quien confesará presente en medio de tal comu nidad (cf. 1 Cor. 14, 23-25). Pensemos nosotros la impresión que dará en quienes nos observan, la algarabía de otras cosas que no son carismas. Y el infiel malévolo que quiera destruirnos, aprovechará satánica mente esta debilidad en su bien montada labor por desintegrar el Cuerpo del Señor, la Iglesia. La mejor advertencia a la ingenuidad de muchos de los nuestros sería recordarles que entre las consignas de una conferencia de partidos comunistas en Moscú, figuraba la siguiente: «Infiltración entre el clero joven liberal y progresista, sembrando en él inquietudes sociales de tipo demagógico y comunis- toide, con acentuado espíritu de crítica contra la jerarquía» 15. (Tenemos que preocupamos de curar las heridas sociales, pero sin abrir otras heridas más profundas y más graves). Es tristemente curioso que frecuentemente, a pesar de nuestra presunción de espíritu comunitario y de moral de Cuerpo Místico, nos ronda el peligro de un personalismo crudo, que degenera en una es pecie de ética personal al margen de la tradición y de la autoridad. A veces nos creamos unos planes de actuación apostólica muy modernos y con mucho espíritu social... sólo en el término ad quem , al enfocar la masa humana que se halla lejos de Cristo. Pero falta el espíritu social, la moral de Cuerpo Místico en el término a quo, con relación a la comunidad en que vivimos. Valgan otra vez de ilustración unas palabras del Cardenal Mon- tini —nuestro actual Pablo VI— en su discurso sobre la M isión de la Iglesia en el segundo congreso mundial para el Apostolado Seglar 19. C ita d o p o r S. R am írez, Las corrientes anticatólicas en el mundo y en el homore de hoy, e n MisionExtranj., 9 (1962), 79.
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