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B E R N A R D IN O DE A RM ELLAD A 69 paulinamente como comunitario en Cristo— es el personalismo. Y el personalismo tiene dos manifestaciones: personalismo de lado de la ley y personalismo contra la ley. Lo primero suele presentarse a modo de absorción autoritaria. Lo segundo es rebeldía en nombre de una falsa libertad. Los autoritariamente absorbentes pretenden el contrasentido de aplicar físicamente las ieyes morales (que es como querer concentrar un líquido a golpes de martillo). No son para actuar apostólicamente la unidad en la caridad que quiere San Pablo. La unidad cristiana no es uniformidad monolítica. Y sería un error creer que la unidad en la diversidad (según el espíritu paulino) es una tolerancia; y que el ideal sería acomodar la conducta religiosa de todos los hombres a un patrón rígido de encasillados uniformes. Tendríamos —en el orden social— un cuerpo tiranizando al espíritu en vez de un espíritu vivificando al cuerpo. Este es el escollo de la organización jurídica de la Iglesia cuando presiona de manera unilateral —es decir, desposeída de espíritu— sobre las conciencias. Siendo en sí buena, se hace, análogamente a la Ley antigua, principio de división y ocasión de pecado. En esta actitud autoritaria de absorción por la fuerza caen los que pretenden la imposición de criterios cerrados para entender la Verdad de Cristo y que excluyen toda otra forma de inteligencia. Su labor apostólica —y misional— puede ser hasta contraproducente, cerrando el paso al contacto con Cristo para quienes quizás llegarían por otro camino. Recordemos la postura judaizante, contra la que Pablo tuvo tanto que luchar. Quiero citar a este propósito unas palabras maravillosas de nues­ tro Santo Padre Pablo VI, pronunciadas en la catedral de Milán, sien­ do Card. Montini, al final de los solemnes funerales por Juan XXIII. Dice del gran Papa fallecido: «Nos ha dado una lección elemental, pero tan rara y tan difícil de poner en práctica, de la antigua pa­ labra de San Pablo: Profesar la verdad con amor, verita tem f a tien tes in caritate (Ef. 4, 15). Nos ha hecho ver que la verdad, y en primer lugar la religiosa —tan delicada y tan difícil, particularmente por sus inexorables exigencias de lenguaje, de concepción y de creencia— no ha sido hecha para sí misma, ni para dividir a los hombres, ni para encender en ellos polémicas y contrastes, sino para atraerlos a la unidad de pensamiento, para servirles con celo pastoral, para infundir en las almas el gozo de la conquista de la fraternidad y de la vida divina» 18. 18. C f. E c c le s ía , 1963, 1 ." s e m e s tr e , p . 866.

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