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B E R N A R D IN O DE ARM ELLAD A 65 junción humana, Pablo hace circuncidar a Timoteo a fin de facilitar su ministerio entre los frigios, impregnados de judaismo (Hech. 16, 3). Mientras tanto, a los Corintios les aconseja comer de todo cuando están a la mesa con los infieles, sin preguntar si es carne inmolada a los ídolos (1 Cor. 10, 27), y se propone una vez más de ejemplo: «como yo procuro agradar a todos en todo,no buscando mi conve­ niencia, sino la de todos para que se salven» (1 Cor. 10, 33). Y cree que la permanencia en la unión matrimonial de la parte fiel con la infiel tendrá eficacia santificadora sobre ésta (1 Cor. 7, 14). En su discurso a los gentiles de Atenas buscó el punto de contacto en el Dios único, vislumbrado por los filósofos, «que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas», que «hizo de uno todo el linaje humano» (Hech. 17, 25-26). La repetición misma de los viajes de Pablo está penetrada de un sentimiento de unidad cariñosa con todos los convertidos. Lo dice al emprender su segunda correría apostólica: «Volvamos a visitar a todos los hermanos por todas las ciudades en que hemos evangeli­ zado la palabra del Señor y veamos cómo están» (Hech. 15, 36). Hay una acción de Pablo que se considera como la expresión má­ xima de su política de unidad: la gran colecta entre los cristianos grecorromanos a favor de los fieles de Jerusalén. Cuando la Iglesia madre dio el visto bueno a la idea paulina de la igualdad frente al Evangelio, se le encargó a Pablo que se acor­ dara de los pobres (de los fieles judío-cristianos de Jerusalén). «Yo me apresuré a realizarlo», escribe Pablo a los Gálatas (2, 10). Años más tarde, cuando ya estaba dispuesto a presentar el obsequio de las distintas iglesias a sus destinatarios de la ciudad santa, escribe a los Romanos pidiéndoles oraciones «para que la ayuda ofrecida (por mí) a los de Jerusalén sea bien acogida por los santos» (Rom. 15, 31). Cerfaux comenta así el hecho: «Se diría que no abriga la menor duda sobre su feliz resultado. Concluirá el asunto y sellará el con­ trato con los santos de Jerusalén. Contrato de capital importancia, porque, mediante él, salvaguardaría la unidad de la Iglesia. ¿No alabaremos a Pablo por esta política tan clarividente? Si en verdad realizó el plan de la colecta, seria quizá éste el rasgo más genial de su carrera. Por él, Jerusalén adquiriría un imperio religioso y la cristiandad de los gentiles salvaba, al mismo tiempo que su unidad, su entera adhesión al centro del monoteismo y de la pureza de costumbres» “ . 16. O . c., p p . 216-217. 5

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