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64 LA E S P IR IT U A L ID A D U N IT A R IA . que laboran por vosotros, presidiéndoos en el Señor y amonestándoos, y que tengáis con ellos la mayor caridad por su labor, y que entre vosotros viváis en paz» (5, 12-13). Al principio de la segunda carta alaba la mutua caridad de los Tesalonicenses (1, 3). Y al ordenar, al final, que se aparten de todo hermano que viva desordenadamente, dice: «A ése señaladle y nos os juntéis con él, para que se aver­ güence. Mas no por eso le miraréis como enemigo, antes, corregidle como a hermano» (3, 14-15). En la primera carta a Timoteo ruega que se haga oración por todos (2, 1), pues Dios quiere que todos se salven (2, 4). Condena las contiendas, suspicacias, porfías de hombres de inteligencia co­ rrompida (6, 4-5). Y recomienda la unidad en la fe : «Guarda el depósito a ti confiado, evitando las vanidades impías y las contra­ dicciones de la falsa ciencia, que algunos profesan extraviándose de la fe» (6, 20-21). Cosas parecidas vuelve a expresar en la segunda carta a Timoteo: «Sigue la justicia, la fe, la caridad, la paz con todos los que invocan al Señor con puro corazón. Evita también las cuestiones necias y tontas, pues siempre engendran altercados, y al siervo del Señor no le conviene altercar, sino mostrarse manso con todos» (2, 22-23). A Tito le escribe: A los cretenses..., «repréndelos con suavidad para que se mantengan sanos en la fe» (1, 13). «Que vivan sumisos a los príncipes y a las autoridades..., que no sean pendencieros» (3,1-3). Un espíritu exquisito de unidad cristiana domina la breve nota del Apóstol a Filemón: «Sé la fe y la caridad que tenéis hacia el Señor Jesús y hacia todos los santos... A Onésimo acógele como a mí mismo. Si en algo te ofendió o algo te debe, pónlo a mi cuenta» (1, 17-18). Y no fueron sólo las palabras. Fue toda su vida. Pablo sabía que no se logra la unidad acentuando inoportunamente las diferencias, aunque pudieran tener cierta justificación. La autoridad la ha reci­ bido para edificación y no para destrucción (2 Cor. 10, 2). Y así se presenta como modelo de comprensión práctica: «Siendo del todo libre, me hago siervo de todos para ganarlos a todos, y me hago judío con los judíos para ganar a los judíos. Con los que viven bajo la Ley me hago como si yo estuviera sometido a ella, no estándolo, para ganar a los que bajo ella están. Con los que están fuera de la Ley me hago como si estuviera fuera de la Ley, para ganarlos a ellos, no estando yo fuera de la Ley de Dios, sino bajo la Ley de Cristo. Me hago con los flacos flaco para ganar a los flacos; me hago todo para todos, para salvar a todos. Todo lo hago por el Evangelio para participar en él» (1 Cor. 9, 19-23). En consecuencia de este principio, tan fundamental para la con

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