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C) Actuación de San Pablo en pro de la unidad. «Toda la actividad del Apóstol (Pablo) se puede interpretar como una lucha por la unidad de la Iglesia», escribe Meinertz I5. Podría bastar el ejemplo de sus cartas. Todas están destinadas a tender de algún modo un puente de unidad o reconciliación. Es­ piguemos algún texto de cada una de ellas: Escribe a los Romanos: «En verdad deseo veros para comunicaros algún don espiritual, para confirmaros, o mejor, para consolarme con vosotros por la mutua comunicación de nuestra común fe» (1, 11-12). Y el preludio de esta comunicación es su carta. En la primera carta a los Corintios les dice: «Que todos habléis igualmente y no haya entre vosotros cismas, antes seáis concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir» (1, 10). La segunda carta a los Corintios es menos homogénea. En ella encontramos, dirigido a los Corintios, el ruego de generosidad en sus donativos para la Iglesia de Jerusalén. Ya sabemos que la carta a los Gálatas fue motivada por los in­ trusos judaizantes que perturbaron la fe de los fieles en aquellas iglesias. He aquí lo que Pablo desea adviertan: «Os cortejan no para bien; lo que pretenden es apartaros de mí para que luego vosotros les cortejéis a ellos» (4, 17). «Pero si mutuamente os mordéis y de­ voráis, mirad que acabaréis por consumiros unos a otros» (5, 15). A los Efesios les propone el misterio de la unión de todos en Cristo: «El es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno, derriban­ do el muro de separación, la enemistad» (2, 14; cf. 4, 3, 13). A los Filipenses les dice: «Haced cumplido mi gozo teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir. No hagáis nada por espíritu de competencia» (2, 2-3). La primacía de Cristo, tan recalcada a los Colosenses, repercute en la práctica como una exigencia de unidad: «A fin de que unidos en la caridad alcancéis todas las riquezas de la plena inteligencia y conozcáis el misterio de Dios, esto es, a Cristo» (2, 2). «Por encima de todo vestios de la caridad, que es vínculo de perfección. Y la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido lla­ mados en un solo cuerpo» (3, 14-15). Tampoco falta el tema de la unidad en las cartas a los Tesalo- nicenses, las primeras de Pablo y motivadas únicamente por la des­ ordenada inquietud de los destinatarios ante la parusía del Señor. Escribe en la primera: «Os rogamos, hermanos, que acatéis a los B E R N A R D IN O DE ARM ELLAD A 63 15. M. M einertz , Teología del Nuevo Testamento, M a d r id 1963, p . 417.

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