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62 LA E S P IR IT U A L ID A D U N IT A R IA . alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, cual varones perfectos, a la medida de la plenitud de Cristo» (Ef. 4, 13). Así escribe a los Efesios. La respuesta más auténtica al ideal de unidad exigido por el Cuerpo y el Espíritu de Cristo se acentúa, según San Pablo, por la caridad: «Por encima de todo —escribe a los Colosenses— vestios de la caridad, que es vínculo de perfección. Y la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo» (Col. 3, 14-15). La caridad es el don común, cuya perfección ha de estar en la aspiración de todos (1 Cor. 14, 1), lo más exce­ lente (1 Cor. 13, 13), lo que no pasará jamás (13, 8). Todos los demás carismas no tienen valor más que en cuanto contribuyen a la edi- fiación de la unidad en la caridad (1 Cor. 14, 5, 12, 26). La caridad es el fruto más exquisito del Espíritu cristiano. Y su expresión externa, social, la describe San Pablo con trazos bien pre­ cisos: «La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no es interesada, no se irrita, ni piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera» (1 Cor. 13, 4-7). Resumido todo en términos de unidad, se puede decir que la ca­ ridad es un no escindirse para unirse siempre más. Recuérdese la imagen paulina de la preocupación de unos miembros por otros (1 Cor. 12, 25 ss.). «Que el Dios de la paciencia y de la consolación —escribe a los Romanos— os dé un unánime sentir en Cristo Jesús, para que uná­ nimes, a una sola voz, glorifiquemos a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por lo cual acogeos mutuamente, según que Cristo nos acogió a nosotros para gloria de Dios» (Rom. 15, 5-7). No puede describirse más perfectamente la actitud del cristiano en la unidad del Cuerpo místico. El Pablo entrado en años, que escribe consejos de experiencia a sus discípulos Timoteo y Tito, sabe lo perniciosos que son para la comunidad cristiana los que no se preocupan de conservar la unidad. Será labor cristiana de unidad el reconvenirles. Pero no hay que dejarse seducir. «Después de una o dos advertencias, aléjate del fautor de discordias», le escribe a Tito (3, 9-11). La unidad se ha de fomentar con la caridad; pero también se ha de proteger con la fortaleza.

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