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10 E L DOGMA DEL IN F IE R N O EN LA CURA DE ALMAS oye, se proclama el juicio y la condenación para el que desoye obsti­ nadamente la Palabra de Dios. En este mismo «tiempo de Salud», en cualquier circunstancia de la vida humana en que se proclama el Kerigma evangélico tiene lugar un «juicio» de Dios: Unos creen y otros no creen 8. Pero, este juicio de ahora, está abocado al juicio escatológico, definitivo, de Dios en Cristo. Entonces la posibilidad real de que algunos sean excluidos de la compañía de Cristo y destinados a la muerte eterna, está fuera de toda duda razonable. Jesús y los Apóstoles presentan el Mensaje de Salud como obligatorio bajo pena de condenación eterna: El que crea se salvará y el que no crea será condenado 3. Como conclusión de este apartado podemos afirmar: En el Nuevo Testamento no encontramos nunca una proclamación pública y so­ lemne del Kerigma de Salvación sin que se proclame al mismo tiempo y con la misma intensidad la existencia de un «juicio» de Dios. Este «juicio» de Dios» puede tener un doble resultado, tanto ahora como en su formulación definitiva (escatológica): Salvación y vida eterna con Dios, o condenación y muerte eterna alejados de Dios. En todo Kerigma Pascual, al pregonarse solemnemente la Resurrección de Cristo, se anuncia simultáneamente e inevitablemente estas tres verdades: a) Dios proclama su voluntad de salvar a los hombres en Cristo muerto y resucitado; b) Intima su voluntad decidida y absoluta de que el oyente del Pregón Pascual entre en la Salud de Dios, que es Cristo muerto y resucitado; c) Si no lo hace y en­ durece su corazón, entra el hombre en «juicio» con Dios. En este juicio corre el peligro próximo de ser excluido de la Salud, no sólo en este tiempo, sino incluso en el juicio definitivo que Dios hará, en Cristo, sobre todas las conductas humanas. Cuando la Iglesia de los siglos posteriores pregone el Kerigma de Salvación no podrá hacerlo de otra manera. Cuando hablamos de la presencia de la idea del infierno en el Kerigma evangélico primitivo, nos referimos a lo que anteriormente hemos llamado «núcleo esencial» o germinal del dogma: El estado de separación, de exclusión dolorosa y eterna de la compañía de Dios, de la «vida eterna». Naturalmente, el Kerigma primitivo no contiene problemas teológicos más concretos, aunque el simple enun­ ciado de tal verdad suscite multitud de problemas al hombre refle­ xivo. También está claro que, cuando el Kerigma es expuesto en forma un poco más amplia, los Pregoneros del N. Testamente — sobre a H ech. 4, 1 2 ; 13, 4 5 ; 16, 4 ; 17, 34 ; 28, 24. 9. Me. 16, 16; M t. 28; 18-20.

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