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ALEJANDRO DS V ILLA LM ON TE 9 corromper sustancialmente el contenido del Kerigma de Salvación. En este segundo momento el Kerigma se presenta cargado de una seria «exigencia». Dios, que salva en Cristo resucitado, no quiere in­ troducir en la Salud sino al hombre que, oído el Pregón Pascual, se entrega a Dios en la fe integral. En otra forma, muy próxima al len­ guaje del Nuevo Testamento, diremos que el Pregón de Salvación exige siempre la «metanoia», la plena conversión del corazón hu­ mano a Dios. Supongamos que el hombre endurece su corazón ante el anuncio del Pregón de Salvación, entonces queda allí mismo citado ante el «juicio de Dios», el cual puede ser favorable o condenatorio y, en su fase escatológica, se presenta como definitivo y absoluta­ mente irreversible 7. Efectivamente, ya sabemos que la Palabra de Dios tiene que ser «exigente» y perdería su categoría «Señorial» y «Divina» si no lo fuese. Y eso aún en los momentos en que se muestra graciosa y benévola con el hombre, ofreciéndole la Salud y el perdón: La caridad del Padre, la gracia del Hijo y la comunicación del Espíritu Santo (2 Cor. 13, 13). Podemos legítimamente tomar como ejemplo de una formulación originaria del Kerigma de Salud aquellas palabras de Pedro el día de Pentecostés: «Tenga pues por cierto toda la casa de Israel que Dios ha hecho Señor (Kyrios) y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado» (Hech. 2, 36). «En ningún otro hay Salud, pues ningún otro hombre ha sido bajado del cielo entre los hombres por el cual podamos ser salvos» (Hech. 4, 11-12). Por consiguiente, es imposible proclamar la Buenanueva de Salud, aún en su forma más simple y elemental, sin aludir con claridad al hecho de que existe y ha sido dispuesta por Dios la condenación de aquéllos que no reciban el Anuncio de Salvación y se plieguen a sus exigencias. El Kerigma pregona la gracia de Dios en Cristo resuci­ tado, pero quiere también que el hombre entre en un nuevo modo de existir en Cristo y con Cristo resucitado. Y allí mismo, al pregonar su gracia, pregona también el «juicio» que se ejerció, ejerce y ejer­ cerá sobre el comportamiento del hombre que desoye el Mensaje y no se entrega a él. El Kerigma de Salud que no ofrezca simultá­ neamente la gracia para el que cree y el «juicio» para los que no creen, no ha de reconocerse como auténtico Kerigma evangélico. Jesfis y los Apóstoles nunca pregonaron su Mensaje sin una clara y explícita alusión al «juicio» de Dios. Con la misma seriedad y res­ ponsabilidad con que se anuncia la gracia y el perdón sobre el que 7. A . de V il l a l m o n t e , La Teología Kerigmática, p p . 36-37.

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