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ALEJANDRO DE V ILLA LM ON TE 4 9 demás obras apostólicas desminuiria en forma visible y podría de­ saparecer. Porque si, en última instancia, todos los hombres se salvan, dentro o fuera de la Iglesia ¿a qué ese afán de que entren todos en la Iglesia de Cristo? Dios lo quiere, pero si no lo impone bajo pena de condenación, quedaría en realidad como un consejo de mayor perfección que puede cumplirse o no, sin jugarse por ello el destino eterno. Un sentimentalismo romántico, demasiado humano y humanista quisiera hacer una «reducción» a fondo del dogma del infierno y desestimar y aún eliminar su presencia en la práctica pastoral: en la predicación sagrada y en el fomento de la vida moral y estrictamen­ te espiritual del cristiano; como si esta verdad fuese perjudicial o al menos perteneciese a los resortes más bajos de la moral cristiana. Y , sobre todo, como si la meditación sobre el infierno careciese de valores religiosos y espirituales, o incluso fuese inhibitoria de la más noble generosidad del alma cristiana. No es así. El dogma del infierno da a la religión cristiana la se­ riedad, responsabilidad y hondura misteriosa que ninguna otra tiene. Seriedad en el concepto de Dios, de la obra de Salud, del hombre y su destino. Además, Dios nos presenta el dogma tremendo del infierno en tal contexto de verdades reveladas, que la meditación sobre la posible condenación eterna en modo alguno inhibe nuestra actividad reli­ giosa. Más bien sirve de estímulo para nuestra fe, esperanza y ca­ ridad, para que conservemos la «rectitud y orden» en nuestro amor para con Dios y para con el prójimo. Dios Amor no juzga indigno de su Caridad Paternal la permisión de que exista el infierno. Nosotros debemos encuadrar este misterio del infierno en el misterio de la Caridad con Dios y con el prójimo. Así nuestra actitud será de adoración, respeto, silencio amoroso ante el misterio. Pero, al mismo tiempo, de entrega total al amor de Dios y del prójimo para que, ante el avance de la Caridad, se estrechen las fronteras del reino del odio, que es infierno. A lejandro de V illalmonte , O. F. M. Cap. León. 4

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