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ALEJANDRO DE V ILLA LM ON TE 4 5 5 .—El in fierno y la caridad cristiana. Llegamos aquí a tocar el punto esencial para juzgar el valor re ligioso, espiritual del dogma del infierno. La moral, la religiosidad y la espiritualidad cristianas se miden por la intensidad en la práctica de la caridad con Dios y con el prójimo. Veamos en qué medida con tribuye la fe en el infierno a aumentar o regular nuestro amor a Dios y a los prójimos. La primera impresión parece desfavorable en este punto. El in fierno podría producir, en el mejor de los casos, un saludable temor-, pero, parece que en la misma medida excluye la espontaneidad y ge nerosidad el amor. Habría que amar a Dios y al prójimo más bien a pesar del infierno... Sin embargo, un espíritu tan generoso, exquisito y amante como el Serafín de Asís, prorrumpía en amorosas alabanzas a Cristo que habrá de venir a condenar a los que no quisieron hacer penitencia 2S. Ya hemos dicho que la predicación del infierno debe ordenarse siempre a suscitar en el oyente un santo temor, que gradualmente vaya dejando paso al sincero amor de caridad para con Dios. El temor a las penas infernales lejos de Dios, debe transformarse en dolor amoroso de perder al Dios infinitamente amable. Es aquí donde tiene que llegar la reflexión cristiana sobre el infierno, a ver la situación infernal como pérdida de la compañía amorosa del Dios Padre. Frente a esta posibilidad, el que realmente ama a Dios nunca se sentirá coartado en su amor; sino que, la posibilidad de perder el Sumo Bien harán brotar, desde lo hondo del espíritu humano, los más generosos anhelos de una absoluta e incondicional entrega al Amor de Dios, a fin de no verse en peligro de ser apartado de El para siem pre. Las reflexiones en este punto podrían ampliarse indefinidamente. Pero, hay otro aspecto en que creemos necesario insistir, dada la orientación que venimos dando a nuestras reflexiones sobre el in fierno. Para el hombre viador la meditación sobre el infierno es necesaria para mantener un ordenado amor de caridad a Dios. El amor a Dios de un hombre viador no es, sin más, recto, también puede estar sujeto a enfermedades que lo desnaturalicen. Uno de los motivos fundamentales que el hombre cristiano con temporáneo aduce para poner sus reservas acerca de la existencia del infierno eterno, se funda en la Bondad paternal de Dios: El Dios que se llama Padre y Caridad en el Nuevo Testamento no podría tolerar en su presencia la desgracia sobrenatural eterna de hombres 29. c í. n o ta 11.
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