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2 6 E L DOGM A D 3L IN F IE R N O E N LA CURA DE A L M A S temporáneos reaccionen contra el infierno en forma más complicada y fuerte que los cristianos de otras épocas. II.— EL INFIERNO Y LA VIDA RELIGIOSA CRISTIANA Tal vez podríamos titular este apartado «espiritualidad del infier­ no», ya que nos proponemos estudiar aquí los valores religiosos, mo­ rales, espirituales que el infierno contiene en orden a promover y regular la vida espiritual del cristiano: la vida moral y la vida re­ ligiosa estrictamente dicha. 1 .— Teología y vida santa. Aunque el título es muy general y parece que va a tomar las cosas ab ovo, sin embargo, no creemos que nos obligue a alejarnos del tema. Simplemente encabezamos así este párrafo para sugerir al lector la idea de dónde nos encontramos cuando vamos a hablar de los valores religiosos que el dogma del infierno contiene. Y es opor­ tuno comenzar como lo hacemos, porque muchos de nuestros con­ temporáneos estarán tentados a pensar y decir que el infierno ayuda poco para ser mejores. Gracias que no nos desanime o nos empuje a un comportamiento moral artificialmente cristiano. Pero, no tienen razón: La verdad del infierno eterno fue revelada por Dios dentro de la ley general que preside toda la revelación, que es la intención divina de salvar a los hombres, por la práctica de un ordenado amor de caridad. Además, si hemos de afirmar que toda verdad nos ha sido reve­ lada para ordenar nuestra vida estrictamente religiosa y, en última instancia, para amar más a Dios, mucho más tenemos que afirmarlo ahora, cuando hablamos del infierno en la cura de almas. Aunque se dijere que la teología científica no tiene como fin «inmediato y propio» la santificación del alma, sin embargo, es indudable que la predicación sagrada (y la acción pastoral en general) se ordena directa e inmediatamente a la vida religiosa. El objetivo inmediato de la predicación es poner al hombre en presencia de Dios e im­ pulsarle, por la fuerza de la Palabra, a que se decida por Dios en Jesucristo en esta vida y para la eternidad. La predicación sobre el infierno no puede ser excepción. Recordemos que en la economía divina de salvación lo principal es siempre la «acción» de Dios que nos salva. Las palabras, las «no­ ticias» sobre las realidades sobrenaturales — Dios, Cristo, el hom

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