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ALEJANDRO DE V ILLA LM ON TE 5 Ya conocemos las «reservas» que ciertos pastores de almas tienen respecto al dogma del infierno. Estas reservas se refieren también a la predicación sagrada y a la abstención sistemática que algunos practican respecto del infierno. No tiene ambiente este tema. Hiere la sensibilidad del oyente en forma demasiado fuerte. Casi no se sabe, a veces, si se destruye más que se edifica. Frente a esta situa­ ción de hecho surge el problema: «En qué medida, con qué amplitud y frecuencia ha de ser el infierno tema de nuestra predicación? Si fuere necesario predicarlo, ¿cómo presentarlo para que no hiera, en forma innecesaria y tal vez perjudicial, la sensibilidad religiosa del hombre de buena voluntad? Para poder responder a estas preguntas habría que empezar por señalar el criterio a que ha de atenerse la predicación cristiana de todos los tiempos. En teoría parece fácil señalar este criterio: La pre­ dicación cristiana de siempre ha de proclamar aquellas verdades que Cristo y la Iglesia mandan pregonar como necesarias para la salva­ ción de los hombres. Y , en cuanto a la importancia que se ha de dar a las diversas verdades y al modo de hacer su proclamación, tam ­ bién habría que atenerse al modo de proceder de Cristo, de los Após­ toles y de la Iglesia. Pero, no hay que olvidar el punto de vista su b jetiv o : la circunstancia vital del oyente que recibe el Mensaje de salud aquí y ahora, el clima espiritual en que se siembra y se pre­ tende dé fruto la semilla del Reino de Dios. La predicación debe estar embebida en el espíritu del Evangelio; pero, también, debe mostrarse sensible a los problemas espirituales de los hombres a quienes ahora se dirige. También con el hombre actual, cuando se le quiere proponer el dogma del infierno, hay que aplicar aquella admirable actitud divina de sincatábasis (condescendencia y aco­ modación a la sicología, mentalidad, desarrollo cultural y problemá­ tica) con que la Sagrada Escritura fue entregada por Dios a los hom­ bres a través de siglos. 1 .— Tema del in fierno en el prim itivo Kerigma evangélico. El Kerigma primitivo de salvación, en su forma germinal, está constituido por el anuncio jubiloso y triunfal de la resurrección de Jesucristo: ¡Cristo ha resucitado! Alegría y salvación de Dios para todos los hombres! Pero en un sentido amplio — aunque siempre ver­ dadero— llamamos Kerigma de salvación a la predicación entera de los Apóstoles y de Jesucristo mismo, tal como se nos resume en el I . — E L T E M A D E L I N F I E R N O E N L A P R E D I C A C I O N S A G R A D A

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