PS_NyG_1964v011n001p0003_0049

A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 2 5 razón. Tales descripciones reproducen demasiado de cerca los mitos antiguos sobre el hades y son propicias para producir terror y otras sensaciones de baja calidad sobrenatural. Nada extraño si actualmen­ te, buscando la con cen tra ción en lo esencial, de paso, tantos elementos secundarios del tema del infierno desaparecen o quedan en plano totalmente secundario. La «reducción» que nosotros admitimos como legítima tiene, ante todo, un contenido p o sitiv o : afianzarse y exponer con absoluta claridad lo que es esencial en la doctrina revelada sobre el infierno. Cuando hayamos concentrado nuestra atención en lo sustancial y lo hayamos expuesto al pueblo con la necesaria y posible claridad, entonces todos los otros elementos accidentales recibirán algún sentido razonable y podrán ser utilizados para edificación. Recordemos ahora cuál es lo esencial en la doctrina cristiana so­ bre el infierno. Coincide plenamente con lo que anteriormente llamábamos «nú­ cleo germ'nal» del misterio. Varias veces hemos hecho alusión a este núcleo germinal: Las almas de aquellos hombres que mueren en pe­ cado mortal, inmediatamente después de terminar el estado de via­ dores, son condenadas por Dios al infierno eterno. El cual, consiste en la situación espiritual del hombre apartado para siempre de la compañía beatificante de Dios y sometido a indecibles sufrimientos de alma y cuerpo. Finalmente, también es esencial el decir que esta situación no sólo es ya real para los espíritus rebeldes, sino que constituye una posibilidad real para todo hombre que peca gravemen­ te, y que indefectiblemente llegará a ser real para que no quiera hacer penitencia. Hablando del cielo apenas podemos decir otra cosa que estare­ mos con Dios y (por consiguiente), seremos completa y eternamente felices. A la inversa, en el infierno: Estaremos apartados de la com­ pañía de Dios y (por consiguiente) seremos completa y eternamente desgraciados: Existiremos en muerte eterna. Nuestra situación vital será el eterno y doloroso morir. El predicador y pastor de almas deben dirigir su atención a este núcleo esencial del misterio de infierno y hacer que en él se con­ centre también la atención de sus oyentes. Esto es lo grave del infierno: Que priva por siempre de la compañía de Dios y sujeta al hombre a la eterna desesperación y dolor interminable de alma y cuerpo. El Nuevo Testamento encierra todo esto en una frase que nunca se meditará bastante: Llama al infierno «muerte eterna». A base de este concepto es necesario espiritualizar la sensibilidad del oyente, purificarla de todo sentimiento grosero y egoísta. El in­ fierno es pérdida de Dios y privación de su amorosa compañía, pér­ dida de la felicidad. Pero, la pérdida de Dios no deja al hombre

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz