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224 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » S an to : la adoración. La adoración es un acto en que el amor, entrega, respeto y reverencia ante Dios se unifican p lenam en te. Y es porque fren te al Santo el hombre es movido simu ltáneamen te por esta doble sensación : El Santo es tremendo y fascinan te, a leja y atrae con irre­ sistible fuerza; da vida y muerte; suscita temor y amor. Lo m ismo que Dios en Sí es el Santo, toda su acción ante el hom ­ bre es «Santa». Es decir, que Dios cuando se pone en comunicación con el hombre es porque quiere man ifestarse y ser conocido como el Santo. Con ello se revela la doble vertiente de la Santidad. Porque la Santidad es Amor, por eso quiere comunicarse y se comunica. Pero, porque el Amor es «Santo» quiere permanecer y permanece el «total­ mente O tro». D 'o s no puede menos de man ifestarse como Santo, infi­ n itam en te transcendente y mayor que el ser, los pensam ientos, deseos y juicios humanos, inaccesible a ellos. Así, pues, cuando queramos entender el M ensaje evangélico de Dios Amor nunca hay que desglosarlo de la Santidad que Dios quiere revelar con la m ism a intensidad que su Agape: su Agape es Santo. Por tan to, de nuevo hay que ver el concepto cristiano en su doble vertien te: Agape, que se difunde, pero con infinita reserva. Es Agape que, por serlo, no puede menos de estar en infinita oposición a todo lo que no es Agape. Es movim iento hacia el hombre para agraciarlo, pero en la m isma medida quiere ser y es afirmación infinita de su propio Ser transcendente, quiere ser reconocido por otros también como el Santo, quiere ser amado en inmensa reverencia y distancia. 3. Dios es Amor celoso e intolerante. Teniendo en cuenta la Santidad de Dios es como entenderemos la form a gráfica de expresarse la Biblia al hablar del Amor de Dios «celo­ so», intolerante, intransigente y exigente de la entrega to ta l del h om ­ bre a su querer. En el fenómeno humano del matrim on io cualquiera de las partes tiene el derecho exclusivo al amor de su consorte y en la medida en que su amor es digno y sincero, tiene que ser exclusivo, intolerante, intransigente. Al presentarse como «celoso» quiere Dios decir que su Santidad lleva consigo no sólo una cualidad ontològica que le distingue de lo creado, sino que es también una enérgica vo­ luntad activa que quiere imponer su propia categoría divina, la dig­ n idad ontològica de su Ser, para que sea reconocida en forma incon ­ trovertible y sin competición posible. Asi comprendemos que el Amor de Dios tiene que ser y es intolerante con toda actitud del hombre que no sea entrega total a El. Apenas habrá idea más insistentemente in ­ culcada en la Biblia, como lo dice sintéticamente el primer m anda

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