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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 221 trica y concéntrica, de alteridad y de m ism idad, separación y unión, movim iento de diàstole y sístole que constituye (no se sobreañade) la realidad m isma, especialmente la realidad viva y sobre todo la realidad espiritual. En su esencia y contenido ontológ'co el amor es la inquebrantable unidad de ambos elementes. Lo emocional es se­ cundario en el amor, ya que el amor sólo llega a emoción cuando entra en la conciencia como plenitud de vida consciente. La unificación supone la separación. Donde no hay proceso de individualización fa lta el amor, sólo hay amor perfecto en el hombre individual concreto. El individuo tiene tendencia ontològica a volver hacia su propia un i­ dad que le constituye. El anhelo hacia la unión perfecta es esencial al amor y en la medida en que lo logra se s'en te feliz el que ama. Cuando decimos que Dios es Amor comprendemos que hay en la vida divina esa tensión dinám ica de d ifusión -concen tración . Esa do­ ble tendencia, ex tática-concén trica, existe en Dios libertada de las imperfecciones que impone la potencialidad y la lim itación . En el N. Testam ento este Amor de Dios se llam a «Agape». En nuestra ex­ periencia hum ana conocemos el amor-libido, am o r-am istad , am or- deseo. N inguno es en sí malo, pero tampoco es directamente aplicable a Dios. Todas las otras formas de amor dependen de las cualidades del objeto, sólo «agape» es independiente de las condiciones favorables o desfavorables del objeto o persona amada. Por ello nadie está ex­ cluido de tal am or-agape, ni nadie tiene preferencia ; porque el agape busca sólo la plenitud personal de otro. El N. Testamento nos revela que la actitud fundam en tal de Dios hacia el hombre es de Agape, ta l com se manifiesta en Cristo. Y , aunque nos parezca difícil de entender, la actitud radical del hombre hacia Dios, su respuesta a El, ha de ser también «agape» : amor de caridad La confirmación suprema de que Dios es Agape y de que la n a ­ turaleza íntim a de Dios es Amor la tenemos en el dogma de la Tri­ nidad. El Padre llevado de un infinito Amor de Caridad, de Agape, da todo su ser al H ijo y el Padre y el H ijo al Espíritu Santo. No nos interesa exponer más ampliamente esta teología del Amor. Pero queremos insistir en una idea que sí interesa para nuestro tema del infierno: la necesidad de ver en el Amor esta doble fa ce ta : d en a - ción-reserva, movim iento hacia otro y convergencia en sí mismo. Precisamente el Padre no sería ta l si, al m ismo tiempo que dona todo su ser al H ijo con infinita Caridad natural, no lo hiciese afirmando en 53. V éanse los tex to s e n W . B a u e r, Wörterbuch z. NT. "agape”. K i t t e l , T h W z N T ., I , «agap e»; y sobre todo la vo lum in o sa obra de Spicq, an te s citad a, donde se a n a liz a n todos los tex to s d e l N . T e s tam en to .

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