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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 243 pecado del hombre puede llevarle y le llevará, en determ inadas condi­ ciones, al infierno eterno. No tiene Dios m ejor manera de decirnos lo lejos que está el pecado de su Santidad que esta de apartar eternamente de sí a los «operarios de la iniquidad». Aun cuando Dios perdona el pe­ cado, hace constar allí m ismo lo grave que él es y lo que le desagrada, en el hecho de la crucifixión y muerte de su H ijo. A veces hab la de la malicia «casi infinita» del pecado que merecía un castigo «infin ito en duración», ya que no en intensidad. Sin em ­ bargo, esta malicia «casi infinita» no la puede percibir nuestra inte­ ligencia, aun ilustrada por la fe, por ejemplo, por el hecho de que prive del Bien infinito. La malicia del pecado implicaría una infinitud m e­ tafórica nada más, ya que del agente lim itado nada in fin ito puede brotar. No tiene pues el pecado una malicia in fin ita en n ingún sen ­ tido real, pero si tiene una gravedad misteriosa, imperceptible para la reflexión hum ana. Esto nos lo demuestra de hecho ún icam ente la P o- labra de Dios, que nos hab la de la posibilidad real de que el Amor Santo de Dios deje al pecador en muerte eterna. El pecador impen i­ tente se hace responsable de que esta muerte eterna llegue a ser un hecho. Como conclusión hemos de subrayar todavía que la revelación del infierno tiene en la intención divina, entre otras, esta finalidad sal­ vadora: vigorizar nuestro concepto teológico del pecado, ayudarnos a comprender la responsabilidad que contrae ante Dios y según Dios el hombre que libremente lo comete. Según esto, una vez más, el dogma del infierno no es una idea errática y sin contexto en el M ensaje de Salvación. Tiende a ilustrar una de las ideas básicas de la teología cristiana, la existencia y actividad del pecado, sin el cual nada en ten ­ demos de toda la acción divina en la H istoria de Salud. 5. El infierno y el concepto teológico del hombre. Una determ inación de lo que es el hombre como realidad teológica habría de comprender al menos, estas categorías: La categoría fu n ­ dam en tal es que el hombre es un «ser-en -C risto», predestinado y crea­ do para gloria de Dios en Cristo, por Cristo, y para Cristo. Junto con esto el hombre es un ser en pecado, y un ser para la m u e r te ; redimido en Cristo y destinado a la gloria en El. Desde el momento en que el hombre es incomprensible sin relación a la categoría teológica de «pe­ cado» , también h a de ayudar a esclarecer un poco la realidad concreta del hombre el dogma del infierno, donde la situación creada por el pecado llega a su pleno desarrollo. Así pues, aunque inmediatamente se puede explicar el ser y actividad del hombre sin ponerlo en relación necesaria con la posibilidad del infierno, pero adm itida esta realidad,

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