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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 241 los teólogos contemporáneos 6!. Sin duda alguna la pérdida de la con ­ ciencia del pecado ha influido poderosamente para crear ambigüedad y escepticismo en torno al dogma del infierno. Es natural. La realidad del infierno está sostenida por la realidad del pecado. Si se reblan ­ dece la base psicológica — la conciencia del pecado— el infierno se hace incomprensible y absurdo como situación permanente. Ilustres teólogos antiguos se encuentran en las antípodas de esta concepción «suave» del pecado y su importancia en la vida cristia­ na. San Agustín tiene una concepción francam en te «harm artiocén - trica» de la actual Econom ía de Salud. El pecado original determ ina una «quiebra sustancial» en el prim itivo plan divino de Salud. La primera categoría que determ ina la situación teológica del h om ­ bre histórico es el «pecado» original. Antes de ser en Cristo el hombre, el género hum ano, es un ser en pecado. El pecado es quién impulsa la intervención divina en la actual H istoria de Salud, la cual culm ina en la encarnación y muerte de Cristo. Esta idea la desarrolla San A n ­ selmo en su «Cur Deus H om o » : Dios se hizo hombre porque el pecado hacía «necesaria» la encarnación del Verbo, si había de ser reparado, en form a debida, el Honor divino. A los que pudieran ponerle algún reparo, respondía gravemente el Santo Doctor. «Nondum considerasti quantum ponderis sit peccatum ». Nosotros rechazamos como poco fundada esta concepción «ha - martiocéntrica» de la H istoria de Salud. El pecado tiene un carácter episódico y se subordina plenam ente a la realidad cen tra l: Cristo, Principio de los Cam inos de Dios y razón de existir de todas las cosas, aún del pecado. Pero incluso dentro de esta visión Cristocéntrica de la Historia de Salud, el pecado es una realidad cuya importancia no debe desconocerse, si no se quiere falsear el M ensaje cristiano de sal­ vación. No podemos detenernos a señalar el origen y causas que han deter­ m inado el cambio de sensiblidad y mentalidad en torno al pecado. Vam os a ver ún icamente las repercusiones que esta «flojedad» en el tratam ien to del pecado pueda tener en el modo de en focar y resolver el problema del infierno. Y a anteriormente hicimos alusión a la fragilidad ante la ten ta ­ ción, fragilidad que, salvo en contadas excepciones, hace del pecado 61. U n b uen resum en sobre este p ro b lem a lo ofrece J. M a r tín e z B a lira c h , Estudios modernos de Teología Moral, S a n ta n d e r 1963, voi I , pp. 389-428 con la b ib lio g ra fia a llí cita d a . A dem ás D . vo n H ild e b ra n d , Ware Sittlichkeit und Situa­ tionsethik, D ü s s e ld o rf 1957. P . E d e r, Sühne. Eine theologische Untersuchung, W ie n , H e rd e r, 1962 p. 1-41.

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