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238 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » con la m isma intensidad con que reina en Jesús, hecho obediente hasta la Cruz. Esta es la voluntad de Dios para el hombre, el Testa ­ mento Nuevo. Dios quiere ser el Señor del hombre en form a absolu­ tam en te exigente, de modo que cada hombre se entregue al Señor en la form a incondicional y realice en sí el Reino de Dios, como lo hizo Jesús. No se puede desconocer la insistencia con que Jesús pre­ dica la próxima venida del Reino de Dios. El Reino de Dios se esta - tablece en el Calvario, en Cristo muerto y resucitado. Esa es la volun ­ tad de Dios sobre el hombre, que resume toda otra decisión sobre él. Supongamos que el hombre, en vez de realizar en sí m ismo la obe­ diencia de Cristo y su entrega al Señorío de Dios, man tiene una actitud de rebeldía ¿qué hará Dios ante ta l desobediencia hum ana? Tamb ién nos lo dice El en el Calvario. Jesús, en su alm a, estaba todo entregado a la obediencia del Padre, pero tenía form a de «pecador», una existencia carnal frágil entre pecadores. Por eso san Pablo dice que le hizo Dios «pecado», le dió una existencia sem ejan te a la de los pecadores, aunque sin pecado personal. Pues bien, en la Cruz Dios aniquila con la muerte física la condición carnal de Jesús, para re­ vestirle de una condición gloriosa en la Resurrección. A l exigir la T ri­ nidad a Cristo y Cristo m ismo donar su vida terrena ante el Padre, quiere Dios decir que todo lo terreno y que tenga «forma de pecado» debe aniquilarse ante Dios. Con frecuencia se dice que Jesús aplacó la Ira del Padre en el Calvario y por tan to ya la Ira de Dios no actuaría nunca contra el pecador. Sin embargo, hay que entender rectamente cómo se m an i­ fiesta la Ira de Dios en la Cruz de Cristo. De n inguna manera hay que decir que el Padre castigue a Cristo n i en su persona, ni en la representación que pudiera ejercer por los pecados. La Ira de Dios en la Cruz se manifiesta en esto : en que Dios perm ite que los hom ­ bres lleven a cabo su obra, el pecado por excelencia, form a prototípica y paradigm ática de todo otro pecado, cual es la Crucifixión del H ijo de Dios. Esta es la suprema rebelión contra Dios, el atentado supremo contra la Santidad, ya que han crucificado al Santo de Dios, al Autor de la Vida. La Santidad violada reacciona perm itiendo que los hom ­ bres consumen su «obra»; pero al m ismo tiempo el Amor hace que esa obra, que en la intención del hombre quiere destruir a Dios, se convierta, por acción del Amor, en suprema glorificación de Dios y fuen te de vida para el hombre m ismo. Todo lo que hay en el Cal­ varlo de rebeldía hum ana contra Dios, queda aniquilado y trasfor- mado en revelación del Amor salvador de Dios. Dios en el Calvario no perdona los pecados sin la obediencia de Jesús. Esa es su voluntad. Repugna que Dios exija en Cristo la obediencia completa y luego no se interese en exigir la obediencia plena del hom

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