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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 237 quiso decir que se comprometía ya a abolir la posibilidad real del infierno ni aún el hecho real, si llegase el caso. Es bien manifiesta la exigencia absoluta con que Jesús presenta su Mensaje de Salvación. Frente a las exigencias del Reino de Dios hay que dejarlo todo, perderlo todo antes que perder el alma. La exi­ gencia culm ina en la pregunta neta e ineludible ¿crees o no crees en el M en sa je? El que crea se salvará, el que no crea se condenará» (Me. 16, 15; Jn. 3, 36). Lo demás son divagaciones peligrosas. Ahora bien, sin la posibilidad real de que el hombre caiga en la condenación eterna, no tiene sentido apremiarle en esta form a para que crea y se decida por el Reino de Dios y su Cristo. Cualquiera que sea la respuesta — fe o incredulidad— carecería de importancia defi­ nitiva, comparada con la seriedad de la amenaza de Jesús y con la res­ ponsabilidad con que Jesús tomó sobre Sí la dura misión de redimirnos con su muerte. Si la gracia final ha de darse inevitablemente a todo hombre, a los que responden Sí y a los que responden No a la llamada de Dios, entonces el anonadam ien to de Jesús, desde la encarnación hasta el Calvario tendría m ás de espectacular e impresionante que de serio y exigente. La decisión por Cristo o contra Cristo quedaría redu­ cida a una especie de «piadoso artificio» para niños, con finalidades, pedagógicas inmediatas. Lo verdadero y decisivo sería decir: creáis o no creáis la salvación eterna no p eligra ; ún icamente podría demorarse en perjuicio vuestro o dárseos en grado muy lim itado, pero siempre real. Podría insistirse en que Dios ya castigó suficientemente el pecado de los hombres todos en Cristo crucificado, por tan to ya no queda nada de condenación para los que están en Cristo Jesús. Su reacción íntima frente al pecado ya la m an ifestó Dios en el Calvario: por una parte, su Ira castiga en Cristo las desobediencias de todos los hombres y como consecuencia y simu ltáneamen te su Amor no quiere m an ifes­ tarse ya en lo sucesivo si no es como Misericordia universal. Esta idea de que el asunto del pecado se arregló ya totalmen te en Cristo crucificado, se ha grabado muy hondo en la conciencia cristiana y le sirve de alivio frente a la perspectiva de la tremebunda realidad infiernal. Pero la Cruz no exige, inevitablemente, la elim inación del infierno. El acontecim iento del Calvario hay que mirarlo, ante todo, como una obra del Dios Trino ,en que manifiesta, por medio del Hom bre- Dios Jesús, la solución que quiere dar al problema del pecado y la que no quiere. En n ingún otro acontecim iento de la H istoria de Salud se revela Dios tan claramente como Amor Caridad, pero tampoco en n inguna otra de sus obras aparece tan intensa su Santidad. En Cristo crucificado dice el Amor de Dios que El quiere reinar en cada hombre

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