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218 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » dad, ya sabemos el procedim iento: hacer ver que tal verdad viene de Dios, habla de Dios, según Dios y para Dios Apliquemos al tema del infierno esta recomendación de san Bue­ naventura. Tendremos una visión teológica del infierno cuando h aga ­ mos y en la medida en que hagamos ver que el infierno es una verdad que viene de Dios, hab la sobre Dios y que esto lo hace según Dios y para gloria de Dios. Anteriormente hemos demostrado suficien­ temente que el infierno es una verdad que «viene de D io s » : Sólo Dios ha m an ifestado a los hombres la existencia del infierno, por medio de Jesucristo. Nos corresponde ahora ir haciendo ver que el infierno es también una verdad que nos hab la sobre Dios, sobre su misterio. O si se quiere, cuando Dios nos hab la del infierno, nos quiere decir y nos dice algo de su propio m isterio divino, algo del misterio infinito de su Ser y de su insondable libertad de decisión. Por eso empezamos nosotros la estructuración de la teología del in fe rno poniendo esta verdad a la luz de la ratio Deitatis: Un ica - camente partiendo de un concepto adecuado sobre Dios, tal como El se nos quiere revelar, es como podemos lograr un concepto teológico exacto sobre el infierno. El gran problema universal de la religiosidad de nuestro tiempo es la crisis de la idea de Dios. En casos extremos la crisis llega a la auténtica pérdida de la idea de D ios; más aún, a la consideración de la idea de Dios como atentatoria de la dignidad y valía del hombre m ismo *8. Pero aún cuando no se llegue a este extremo y ciñéndonos a los círculos de creyentes, en el concepto que muchos cristianos tienen sobre Dios ha quedado desdibujado, oscurecido y casi en olvido uno de sus rasgos bíblicos fundam en tales: la Santidad de Dios. Como se h a dicho acertadamente los hombres de nuestro tiempo, aun los cristianos, han perdido mucho la sensibilidad para los «santo». Esto en diversos ámbitos de los santo, pero sobre todo en su fuente ori­ ginaria, Dios. Nosotros vemos aquí, en este oscurecimiento de las exi­ gencias del Dios Santo, la raíz ú ltim a de todas las objeciones que la mente y la sensibilidad contemporánea — aun cristiana— , ponen al dogma del infierno eterno, a su existencia real y a su m ism a posi­ bilidad. 47. « Q u ia vero th eo lo g ia serm o est de D eo e t de p rim o p rin c ip io , u tp o te q u ia ipsa ta n q u a m scien tia e t d o c trin a a ltis s im a om n ia res o lvit in D e u m ta n q u a m in p rin c ip iu m ... u t sic ostenderem , v e rita te m sacrae S c rip tu ra esse a D eo, de D eo, secundum D e u m e t p ro p ie r D s um , u t m e rito is ta s c ien tia a p p a re a t... th eo lo g ia n o i im m e rU o n u n c u p a ta ». B re v ilo q u iu m , p ro l. § 6 ; V , 208b. 48. C fr. A le ja n d r o de V illa lm o n te , Prediquemos al Dios Vivo : NaturGrac. 6 (1955), 2-20.

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