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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 233 y amorosa necesidad» de donar su ser al H ijo : lo hace a impulso de eterno Agape, en plena posesión y dominio activo, consciente y lum i­ noso de su propio Ser y de su donación infinitamente espontánea y liberal. Bien entendido hay que hablar también en la vida trin itaria de una libertad ultratrascendente del Amor divino, libertad infinita­ mente llena y positiva ,por la cual realiza el «modo necesario» de do­ narse en forma divina, específicamente «su ya »: unido a la liberalidad del amor. La libertad de Dios en su acción hacia fuera es del todo clara. Por eso hemos afirm ado enérgicamente la «posibilidad» de una eterna ira de Dios. Ahora m an tenemos con la m ism a energía que la fe ncs prohíbe afirm ar que esta «posibilidad» se trasformó ya en decisión real para algunos desde la eternidad. En efecto, muchos no hablan con suficiente precisión del m iste­ rio de la «reprobación» divina. Se n iega que exista una reprobación positiva eterna, pero se adm ite que existe una eterna reprobación divina, negativa al menos. También esto hay que hacerlo entender en su recto sentido. Existe en Dios reprobación segura y consiguiente de los demcnios que, según la fe, ya están condenados. Pero sobre los hombres las co­ sas cambian notablemente. Aún adm itiendo la posibilidad real del infierno para hombres, de aquí sólo se sigue qu es «posible» que algún hombre llegue a condenarse. De nadie, sin embargo, es seguro que se haya condenado ya. En tal caso, todavía es «posible», en principio, que n ingún hombre viador vaya de hecho al infierno. Por consiguiente, no podemos afirm ar los viadores que exista ya en Dios una actitud de Ira San ta eterna contra n ingún pecador: puede llegarse a esta acti­ tud divina, pero no podemos a firm arla como ya existente. La razón es porque D ios intrínsecamente y positivamente es Amor Santo. Pero la Santidad y Señorío contra el pecado que atiente contra El, puede man ifestarse de varias maneras. Una de ellas en forma de Ira eterna. Como la Ira no es un a actitud objetivo-positiva en Dios, sino una fo r­ m a de hallarse frente a la creatura pecadora, no podemos afirmar su existencia hasta que no exista el otro térm ino correlativo: el pecado. Y aún entonces no sabemos si la Santidad de Dios se va a revelar en for­ m a de Ira o de otra form a, por ejemplo perdonando, como Gracia. Con frecuencia se m itologiza el infierno hablando de él más como un «lugar» que como una «situación». Parece que en el fondo quisiera decirse — no explícitamente— que el infierno es un «sitio» horroroso, un estanque de fuego según frase bíblica. La hoguera está ya pre­ parada. Inevitablem ente unos u otros de los hombres han de ser metidos allí, en las calderas de Pedro Botero. Sin embargo, esta es una mitologización del infierno que, si no se explica bien — como 2

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