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232 IN F IE R N O , VERDAD «E T E R N A » liberal. Por consiguiente, el «misterio del infierno» visto dede Dios es el «mysterium voluntatis suae», es decir, el misterio de la decisión libre de Dios por esta o la otra form a de afirm ar su Amor San to frente al pecado. Por que Dios, entre las posibilidades analizadas (y podría haber más, por ejem p lo , la simple condonación) se decidió, en algunos casos, por el abandono del hombre en manos de la propia obra de él. Llegados aquí nuestra pregunta tiene que cesar: es absolutamente im ­ posible para el hombre investigar el misterio m ás hondo del Ser divino, su libertad. Sólo podemos gu iam o s en nuestra fe por esta otra verdad que tan to gustaba de repetir Escoto «Deus est ordinatissime volens». Pero el modo íntimo de este orden se nos escapa en form a total. Como conclusión de todo este apartado sobre el in fierno en el m is­ terio de Dios, hay que decir que, el negar la «posibilidad» de que el Amor de Dios reaccione en form a de Ira San ta interminable contra el pecador, es atentar contra la esencia m ism a del concepto revelado de Dios como Amor Santo, como Padre que está en los cielos. Sin embargo, al en focar el problema del infierno desde Dios, con ­ viene evitar un error que, en form a más o menos intensa, h a torturado durante siglos, innecesariamente, la conciencia cristiana. Este error antiguo ha contribuido a «desprestigiar» lo que hay de positivo y se­ guro en la realidad el infierno. 6. En defensa del Amor paternal de Dios. El no adm itir la posibilidad real de la San ta Ira como reacción de Dios frente al pecador, supone una mutilación sustancial, una de­ formación del concepto cristiano del D ios-Am or. Con todo, una defi­ ciencia en el modo de concebir la libertad divina ha llevado a muchos a concebir como conclusión «lógica», el que exista desde la eternidad en Dios una decisión originaria de m an ifestar su Ira San ta contra al­ gunos hombres. En form a masiva y ofensiva para Dios se man ifestó este error en la doctrina calvin ista de la doble predestinación. Pero aún entre algunos católicos, inspirados m ás o menos en ten ­ dencias agustin ianas, no reinan ideas claras sobre este particular. Insistim os por eso en que Dios, en su actitud originaria, positiva, pro­ pia, es Amor (Agape) Santo, Padre celestial de las creaturas y n inguna otra cosa más. Lo que, en lenguaje muy humano, pero expresivo, he­ mos llam ado Ira de Dios, no es n inguna actitud originaria, positiva de Dios. Dios es Caridad, solamente Caridad. Pero en sus man ifestaciones a las creaturas, no es una in fin ita necesidad de amar. Aún en su vida íntima, cuando hablamos de «amor necesario» en Dios, hay que evitar con cuidado el poner en Dios la necesidad «natural» ciega, incontrola­ da e inconsciente de am ar y de donarse. Dios Padre tiene una «dulce

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