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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 229 Con estos datos podemos ya levantar un concepto teológico sobre la ira de Dios. En primer lugar la ira de Dios no puede ser entendida como una cualidad «objetiva» de D io s; como si en el corazón de D ios hubiese dos efectos contrarios de Am o r-Ira , existentes ambos en la profundi­ dad de su Ser. Dios en su pura esencia es sólo Am or-Agape. Inde­ pendientemente de su relación con la creatura Dios no tiene ira, y aún existiendo la creatura, la actitud o comportam iento propio, per­ sonal de Dios, lo que brota de su Corazón espontáneamente es sólo Agape. La ira existe ún icamente a consecuencia del pecado; en el momento en que la creatura se quiere desprender del Dios que la fundam en ta y se opone a la tendencia unitiva del Amor caritativo de Dios. Entonces la actitud que llam am os «Ira de Dios» es inevitable, en virtud de la existencia real del Amor. La ira es designación subjetiva de un hecho objetivo, cual es la conducta hum ana de rebeldía fren te a Dios. Puesta esta realidad y m ientras ella subsiste, el Amor de Dios se reafirma a sí m ismo por exigencia m etafísica de su propio ser. Este reafirmarse puede tener lugar dejando al pecador en su pecado, con el abandono, la ausencia de la Gracia. Si la Gracia crea diálogo, entonces hay que decir que la ira equivale a rompim iento del diálogo, silencio, ausencia de Dios que se afirma a sí m ismo como Agape frente a la conducta egocén­ trica del hombre. El pecado viola el señorío de Dios y por ello la San ­ tidad ; el Amor defiende su intim idad sagrada inviolable dejando al pecador, no siendo ya más para él Gracia ni Caridad ni Bondad. Esta situación divina es lo que el lenguaje bíblico, concreto y simbólico, llam a la «Ira de Dios». Fuera de otras aplicaciones a nosotros nos interesa resaltar este aspecto del Am o r-A gape. El Amor de Dios, su Santidad se manifiesta en form a abundosa derramando la Gracia. Más aún, todavía después que el hombre pecó y se rebeló contra Dios, el Señor puede seguir, si quiere, m an ifestándose y de hecho se manifiesta como Gracia per­ donando, convirtiendo hacia Sí el corazón del hombre. Pero la Sda. Escritura resalta con insistencia machacona que la Santidad de Dios, su G racia -Am or, puede reaccionar también en otra fo rm a : puede afirmar su Santidad precisamente con la ausencia, el silencio, no siendo ya m ás Gracia para el hombre. Creer que exista en el Amor del Padre celestial una especie de peso secreto, de ley imprecisa pero real, en virtud de la cual necesariamente y en ú ltimo térm ino siempre perdona, siempre se revela y sigue revelando como Gracia, es destruir una de las ideas claves del concepto bíblico de D io s: Dios Señor ab­ soluto de su gracia, Libertad total en comunicarse o no comunicarse al hombre.

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