PS_NyG_1963v010n001p0105_0149

RIC ARDO BARACALDO 111 Señalemos las distintas notas psíquicas que van surgiendo del fondo de su espíritu. El saludo angélico tiene un contenido m esián ico; perspectivas y vislumbres de realidades mesiánicas, pero sin contornos bien defi­ nidos. El saludo, fuera del contexto, no da luz suficiente para indicar la matern idad del Mesías. Lo único que se deja entrever es un anuncio cargado de responsabilidades. De ahí el temor y la reacción sen tim en tal, pero al m ismo tiempo un proceso intelectual rapidísimo de seguridad m ental, atención, memoria, reflexión y serenidad, m o ­ derado por la autodisciplina, que le h a dado fuerte dominio de las propias facultades, para iniciar una actividad m en ta l extraordinaria. En este punto interviene de nuevo el ángel que aclara el misterio. «No temas, María, porque hallaste gracia delante de Dios, y con­ cebirás y darás a luz un hijo...» (Le. 1, 30-31). Los tres incisos explican el anterior m ensa je, y perfectam en te se pueden correlacionar así: Alégrate, = No temas, llena de gracia, = hallaste gracia, el Señor es contigo = concebirás... El Divino Psicólogo estudia y escruta el alm a de María, su per­ sonalidad, y la encuentra pletòrica de alegría, pletòrica de gracia, pletòrica de Dios. En adelante estos m ismos dones se tran sform an en alegrías m a ­ ternales, en la gracia de la Maternidad divina, y en la generación del H ijo de Dios. Así explicado el m ensa je, aparece clara la voluntad de Dios sobre ella. Será la madre del Mesías, del H ijo de Dios. Un hervor de piedad a flora a su corazón inmaculado, el amor a los hombres in ­ flam a su espíritu, la salvación mesián ica se acerca. Ella es la nueva Arca de la A lianza que encierra en sí al rey del cielo. La perspectiva es grandiosa. La visión panorám ica se d ila ta en consecuencias gran ­ diosas para su espíritu y para todos los hombres y en especial para su H ijo divino, el libertador del pueblo escogido. Pero igualm ente aflora a su sensibilidad virginal el candor de su corazón, la consagración de su virginidad al Señor. Ha deseado que las fibras de su corazón no vibren al calor de afectos hum anos; que la flor de su cuerpo y de su espíritu no se roce con otro ser hu ­ mano, sino que permanezca con la plenitud de su luz y candor y perfume para abrirse en resplandor de cielo. Así estaba ideado con su esposo. La consagración obtiene fuerza de ley divina. Dos leyes divinas aparentemente en pugna. La ú ltima enunciada por el ángel

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz