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1 1 0 VID A P S IC O L O G IC A DE M A R IA a las opiniones a jenas {generosidad) y por lo m ism o no sobreestima las razones propias ( ausencia de rigor). La razón de la aceptación del matrim on io es fácil para ella, porque h a comprendido lo que es esencial y sustancial del m 'sm o ( sustancialidad) y ve en él la m ejor m anera de defender su voto de virginidad. No lo acepta por emotividad fácil y fá tua ( ausencia de superficialidad), sino por la profundidad sen tim en tal (profun­ didad), gracias a la cual valoró exactamente la personalidad hum ana de su esposo; valoración que, sobre todo al armonizar el propósito de virginidad con el matrimon io, exigía en ella una profundidad m en ta l excepcional, para ver la idea por todos sus aspectos y exigía, además, intensa vida interior. Detengám onos un mom ento a considerar cómo ya del hecho del voto de virginidad, invocado con una firmeza tan consciente en la Anunciación , y de su conciliación con el estado m atrim on ial, se deduce la posesión por María de no pocas dotes mentales y de un carácter de valor inestimable. Se puede afirmar, sin género de duda, que una concepción del propio porvenir suponía la decisión de una voluntad gigantesca, o sino una locura caprichosa y temeraria des­ tinada al fracaso más lamentable. Demuestra así m ismo la exis­ tencia de una inteligencia, de una potencia volitiva y de un equi­ librio literalmente y sustancialm ente sobrehumanos, posibles sólo en una personalidad de una talla moral e intelectual superior a la de los mayores genios de la human idad. E sta form a de concebir la vida puede incluso considerarse como una prueba de la exención del pecado original. A nunciación . El ángel « entrando a ella, le d ijo : Alégrate, llena dp gracia, el Señor es contigo» (Le. 1, 28). Este anuncio y mensaje angélico está sobrecargado de conten i­ dos teológicos: alegrías mesiánicas, plenitud de gracias con albores inmaculados, protección extraordinaria de Dios en orden a una em ­ presa mesiánica. «Al oir estas palabras ella se turbó y discurría qué podría signi­ ficar aquella salutación» (Le. 1, 29). Asistimos a una conmoción de su ser, a una reacción fuerte de su sensibilidad delicadísima (impetuosidad, rapidez, reacción, deli­ cadeza)-, presenciamos y percibimos el temblor y vibración de las fibras de su espíritu al ser heridas por la mano del A rtista divino (vulnerabilidad interna equilibrada).

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