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RIC ARDO BARACALDO 117 excesiva, sino en la plenitud de su funcionalidad ( impetuosidad). Aunque hallamos a M aría en un momento de emociones sublimes, el ritmo del pensam iento es el de un oleaje majestuoso. El peso de los pensam ientos y el hervor de los sentim ientos se equilibran en la adecuada modulación de su lirismo religioso. La mente de M aría se engolfa en la realidad de Dios, de los hombres, de su pueblo y de sí m ism a con una exquisita serenidad m en ta l, es decir, su alma acomete la descripción de estas realidades con la acción unida de la delicadeza, respeto a la voluntad ajena (la de Dios), sin exceso de hipersensibilidad, gracias a la acción be- íiéfica de la visión panorámica, que las armoniza con la serenidad. A l conocim iento de estos realidades divinas y hum anas contri buyen la ductilidad m en ta l ( condescendencia ), la claridad y la ob je tividad cuyos elementos enriquecen la mente de María, profundidad, espíritu detallista, substancialidad. La fan tasía creadora de M aría nos pone en presencia de precio sas cualidades. El Magníficat, en su con junto, no tiene la placidez de una obra cincelada con paciencia, con retoques y toques de luz, ni el rebuscam iento de imágenes, n i la sublim idad de frases caden ciosas. Lo que brota del corazón lleva el carácter del hervor, la viva cidad y desigualdad de la llama, la vida del espíritu. Sin embargo, considerando el instante m ismo de la inspiración nos da margen para advertir la frescura de una iniciativa innovadora en cuanto ha organizado en segundos el caudal de recuerdos, de vivencias. Los h a organizado con una discreta capacidad de variaciones sobre te m as conocidos (buena dosis de variabilidad) y los ha m an ifestado con una regular originalidad. La singular originalidad aparece en la espontaneidad y frescura con que surge e l canto, como la flor que abre su corola cargada de perfumes en la m añana de la vida. La actitud m en ta l de María con relación a los hombres tom a las tonalidades del pensam iento divino. Está sumergida en Dios y m ira las cosas, los hombres, la historia de la humanidad con el m ismo pensam iento de Dios. Pero este modo de pensar no deja de ser pen sam iento personal suyo. Por su concepción en gracia no está m anchada con los vicios de los hombres, pero conserva la sensibilidad y repugnancia por las m anchas morales y de ahí que sospeche de la conducta m ala de los hombres, gracias a su buena dosis de hipersensibilidad. Aunque no investigue la m alicia del prójimo (ausencia de contorsión), sí logra comprender (comprensión psioológica) su situación. Por su rectitud no capta la deslealtad de las acciones a jenas (ausencia de tortuo sidad), pero sí siente al vivo las acciones rastreras. Con estos datos podemos cerciorarnos de la actitud de Maria, en su canto, con los
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