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M AR CO M A R CH E SA N 101 ejercen sus funciones. No podría decir que comprendo una m an i­ festación del Presidente de la república italiana si la refiero a sola la ciudad de Rom a, ignorando las relaciones que él tiene con el resto de la nación y con el mundo entero. B ajo los pies del hombre está la enorme habitación de nuestro planeta. Son innumerables los planetas existentes en torno a los m illares de soles de las diversas galaxias. De aquí se desprende la necesidad de hacer en trar en el campo de la reflexión la creación con su inconmensurable extensión y de preguntar, sobre todo, si es posible formarse un concepto de la finalidad de la creación. Todas las ciencias convienen en que no hay realidad m aterial n i fenómenos materiales sin una causa existente con anterioridad. El psiquismo inteligente, es decir, la vida inteligente es la única que obra movida por la visión del fu tu ro ; es la única capaz de crear y disponer de la materia fuera de la serie de causas concadenadas, insertándose en ella o poniéndose al principio de la m isma. Por consiguiente, sólo un psiquismo o vida inteligente, de potencia in ­ conmensurable, puede ser causa de la creación. Pero todo objeto inanimado puede ser gozado. Sólo el ser vivo es capaz de gozar. Los cadáveres no pueden gozar de nada, como se ve en las m om ias de los faraones rodeados de muchos y apetitosos m an jares. Donde hay vida m á s intensa allí hay más capacidad de gozar. El psiquismo in fin ito tiene una in fin ita capacidad de gozar. Sólo un psiquismo in fin ito puede ser el destinatario de la creación entera. Para ser destinatario que goza conscientemente de una cosa, se necesita poder partir de una condición de no-gozo y no-posesión , para transform arla en condición de posesión y gozo, mediante el descubrim iento gradual y progresivo, con regusto y saboreo siempre m ás intenso, de toda su valia. El psiquismo in fin ito está en situación de ser productor y, por consiguiente, perfecto conocedor de antem ano, de la creación. Para gozarla como destinatario debe individualizarse en un ser inteligen ­ te autónomo cognoscente, debe crear al hombre como un ser cog­ noscente autónomo, hecho a sem ejan za de su m ism a esencia. Para conseguir la perfección de su vida el hombre debe tomar conciencia de esta su posición respecto a Dios y, al m ismo tiempo, reconocer la distinción entre su yo y la personalidad divina, dis­ tinción comprobada por la lim itación de la propia capacidad. Tom ada conciencia de este hecho, debe con formar con él la propia conducta y las relaciones con sus sem ejan tes. Este es el sentido de la existencia del hombre y éste es ei sen ti­ m ien to religioso verdadero y genuino, el que ofrece al hombre la

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