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8 8 E N TO R N O A LO M IS T IC O mana, antes bien, movidos del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios» Luego, tan to para la composición de la Escritura como para su inteligencia, se requiere la ilum inación del Espíritu. Con razón, pues, se pueden llamar m ístico al sentido espiritual y pro­ fundo de la Biblia. En el plano sacramental es también patente la acción del Espí­ ritu. Todos los sacramentos no sólo tienen origen divino, sino que su eficacia santificadora está vinculada a la virtud del Espíritu Santo. Sin esta virtud, serían meras acciones hum anas que no reba­ sarían la línea del símbolo. El Bau tista lo predicaba abiertam en te: «Yo os bautizo en agua, pero El os bautizará en el Espíritu Santo» 3; Y el Evangelista insiste en su prólogo: «A quienes le recibieron, les dio poder ser h ijos de Dios, no de la sangre n i de voluntad carnal ni de voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios» 3S. El sa­ cramento del Bautismo señala el comienzo de la verdadera unión m ística con Cristo, y los demás sacramentos irán robusteciendo esta acción del Espíritu en nuestras almas. Sobre todo el sacramento de la Eucaristía, que durante siglos ha recibido de modo predom inante el calificativo de m ístico 39 man tiene una relación estrech ísim a con el Espíritu Santo. Recuérdese sin más la insistencia de los orienta­ les en la epíclesis para la consagración. Precisamente la encíclica Mystici Corporis destaca esta relación, cuando d ice: «El sacramento de la Eucaristía ... nos da al m ismo Autor de la gracia sobrenatural, para que tomemos de El aquel Espíritu de caridad que nos haga vivir no ya nuestra vida, sino la de Cristo» l0. Luego la atribución de lo místico a lo sacram en tal, aunque evoque primeramente el matiz de oculto y misterioso, supone en último térm ino la actividad divina del Espíritu Santo. En cuanto a ese conocim iento experimental de las cosas divinas, no hay dificultad alguna en concederle la calificación de místico en el sentido de la Mystici Corporis. Es un conocim iento que en modo alguno el hombre puede conseguir por si sólo, sino que requiere además la ilum inación gratuita y sobrenatural de Dios. Pero la in ­ 36. 2 Pe. 1, 20. 37. Me. 1, 8. 38. Jn. 1, 12-13. 39. Cf. H. De Lubac, Corpus Mysticum ( L’Eucharistie et l’Eglise au Moyen Age) Aubier 1949. 40. «Eucharistiae vero sacramentum... nobis ipsum supemae gratiae auctorem impertit, ut ilium ex eo caritatis Spiritum hauriamus, quo non iam nostram,, sed Christi vitam vivere iubeamur». AAS 35 (1943) 233.

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