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S A N T IA G O DE L A CORUÑA 87 1) Lo m ístico no anu la la actividad n i la libertad humana. 2) Lo m ístico supone además la actividad del Espíritu Santo. 3) El Espíritu Santo es el principio de nuestra unidad con Cristo y, por consiguiente, de todo acto saludable para la vida eterna. 4) Lo realizado por el Espritu Santo se ha de decir realizado por Cristo y por toda la Trinidad. 5) La unión m ística es un preludio de la visión beatífica. Con otras palabras, existe una colaboración del hombre con Dios en orden a conseguir la vida eterna. Este obrar, en lo que tiene de divino, de in flu jo del Espíritu Santo, es llam ado por la encíclica «m ístico». Ahora podemos pregun tarnos: Este concepto de místico, dedu­ cido de la Mystici Corporis, ¿tiene algún punto en común con los diversos empleos que se encuen tran en otros autores, o es to ta l­ mente dispar? No podemos hacer en una simple nota una exposición detallada de la historia de este adjetivo. Bouyer ha realizado un estudio bas­ tan te detenido sobre esta palabra 3‘ . Según él, los Padres la usaron con tres sign ificados aproximativos: el sentido oculto de la Sagrada Escritura, los m isterios o sacramen tos de la vida cristiana, y cierto conocim iento cuasi-connatural o experimental, efecto de una unión íntima con Dios. Indudablemente son conceptos más restringidos que el que nos da la Mystici Corporis, pero no son opuestos. Más bien habría que decir que son man ifestaciones o particularidades de esa definición que se encuentra en la encíclica de Pío X I I. En realidad, el sentido m ístico que se encuentra en la Biblia es un efecto del Espíritu Santo, que usando del hagiógrafo como instrumento, compuso los libros sagrados. «Toda la Escritura es di­ vinamente inspirada y útil para en señ a r... para educar en la ju s­ ticia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y consumado en toda obra buena» “ . Y esta m ism a razón aduce San Pedro para de­ mostrar que con sólo las fuerzas naturales no podemos entender todo el contenido de los libros inspirados: «Debéis ante todo saber que n inguna profecía de la Escritura puede ser interpretada priva­ dam en te, porque la profecía no h a sido proferida por voluntad hu ­ 34. L. Bouyer, Mystique. Essai sur l’histoire d’un mot, en La Vie Spirituelle, Supplément, Mal 1949. Además puede consultarse : Mystik, en Lexikon für Theolo­ gie und Kirche, band 7, 732-745; Mystique, en Dict. de Théologie Catholique, t. 10, 2599-2674; Mística, en Enciclopedia Cattolica, t. 8, 1135-1143. 35. 2 Tim. 3, 16-17.

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