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92 E N TO R N O A LO M IS T IC O que de suyo es fácil y sencillo. Desde el punto de v ista de la doctri­ n a ascético-m ística, la época de mayor confusión y desbarajuste com ienza en los primeros años del siglo X V I I y se extiende casi ha sta principios de nuestro siglo, en los que comenzó la reacción de retorno a los grandes principios de la verdadera m ística tradicio­ na l. Hoy en día, la verdad se ha abierto paso de ta l manera que son ya poquísimos los autores espirituales de alguna autoridad y repre­ sentación que se empeñan todavía en presentar a la m ística como un fenómeno del todo anormal y extraordinario» ‘7. Joly, analizando la fórmu la «Ni todos los santos son místicos n i todos los m ísticos son san tos», cuenta que le pidió su parecer al abate Huvelín, muy competente en estas m a teria s: «Me responde sin titubear: No, no todos los m ísticos son santos. Por lo que toca a la primera parte de la proposición «no todos los santos son m ísti­ cos» me da a entender con igual presteza que no puede aceptarla, porque da del m isticismo esta definición, la más sencilla y clara de tod a s: el m isticismo es el amor de Dios» ,s. W ikenhauser, refiriéndose a la doctrina de San Pablo, aún ad­ m itiendo que el verdadero m ístico es el que corresponde sub jetiva ­ mente a la moción divina, dice que objetivam ente la m ística es la comunión entre Dios y el hombre que ya se establece en el bautis­ mo. Consiguientemente, todos los cristianos son m ísticos ,9. Th ils escribe: «El cristianismo, se ha dicho con toda exactitud, es radicalmente m ístico. Todo cristiano comprenderá sin dificu l­ tad que esta participación en la vida divina es, por naturaleza, un germen de vida m ística. ¿Qué puede haber m ás m ístico que la vida de Dios? ¿en qué otra m ística podemos desear en ra izam os?» 50. Des­ pués, en la vida práctica, distingue m ística caracterizada y confusa. Y a firm a : «La santidad verdadera supone siempre y necesariamente un cierto grado de vida m ística, al menos en su forma oscura, con ­ fusa» No queremos decir que estos autores citados sostengan el m is­ mo concepto de místico que exponemos en esta nota. Pero al menos sign ifican un acercam iento enorme hacia la identificación de lo 47. L. c., pág. 252. 48. Psicología de los santos, Madrid 1911, págs. 46-47. 49. Die Chrlstusmystik des Apostéis Paulus, Freiburg im Br. 1955, todo el ca­ pítulo segundo. 50. Santidad cristiana. Compendio de Teología Ascética, Salamanca 1960, pág. 365. 51. L. c., pág. 374.

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