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C A R L O S DE V IL L A P A D IE R N A 65 salva de modo perfecto, uniendo al hombre definitivamente con D ios (v. 25). Los tres versículos últimos sobre la santidad personal de Cristo y su actividad sacerdotal compendian todo el capítulo 7 y preparan el tema del sacrificio expuesto en Jos capítulos 8-10. El gran sacerdote de la nueva econom ía es «santo, inocente, inm acu ­ lado, apartado de los pecadores». En oposición a la santidad legal del sacerdocio de Aarón que exigía la integridad corporal (Lv. 21, 17) y la pureza legal (Lv. 21, 11), el gran sacerdote de los cristianos posee una perfección interior, religiosa y moral, completa por razón de su personalidad divina (vers. 28), y no necesita, por tan to, como el pontífice de la antigua «diatheque», ofrecer sacrificios por sus pro­ pios pecados. Un sacerdocio nuevo funda necesariamente una alianza nueva y como e l sacerdote es eterno, la alianza lo será también. De este m o ­ do, Cristo sacerdote se constituye en «kreíttonos diatheques enguios» (7, 22). En 7, 22, el autor deduce de la excelencia del sacerdote la excelencia de la alianza cuyo mediador es (el sacerdote); en 8, 6, en cambio, de la dignidad de la alianza, por entrañar mejores pro­ mesas, deduce la dignidad del sacerdocio, del m inisterio del m e­ diador. El m in isterio, la alianza y las promesas se interfieren e involu­ cran de tal modo entre sí que de la índole de las promesas se des­ prende la naturaleza de la alianza, de la excelencia de ésta, la ex­ celencia del m inisterio sacerdotal y de la dignidad de éste, a su vez, la dignidad de aquélla. Cuáles sean estas mejores promesas cuyo mediador es Cristo y de las cuales se deduce la excelencia de la alianza y del mediador, las resumiremos al hablar de las características de la nueva «dia­ theque». Según la epístola a los Hebreos, el sacerdote es instituido para ofrecer sacrificios (8, 5) y oficiar litúrgicamente en un santuario (7, 3 5 ; 13, 10). Esto lo tiene muy en cuenta el autor sagrado en la elaboración doctrinal de la mediación sacerdotal de Cristo, de tal manera que centra la diferencia radical entre la «prote diatheque» (8, 13; 9, 1-10) y la «kainé diatheque» (9, 11-12) en las dos clases de santuario y de sacrificio. En los capítulos 8 -9 compara los dos ta ­ bernáculos y la liturgia de la expiación en una y otra a lianza ; y la comparación continúa hasta el capítulo 10, 18 entre el sacrificio de Cristo, acto esencial de su sacerdocio y de su función de «mesites», y los sacrificios levíticos. Desde el comienzo de la carta la idea del sacerdocio de Jesús está orientada hacia el sacrificio que este Pon ­ tífice debe ofrecer (1, 1-3) con el que inaugura el santuario y sella la alianza nueva. 5

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