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62 LA «D IA TH E Q U E » E N HBR. 9, 16-17 doctrina se expone en función del fin práctico que el autor se ha pre fijado: demostrada la superioridad de la nueva alianza o economía de salvación, dar seguridad a los cristianos y animarles a perseverar en ella mediante la firmeza en la fe (10, 19-12, 2), la constancia en el bien (12, 3-13), el ansia continua de tender a la perfección (12, 14, 13-21). Por eso, el H ijo (1 -2 ), Mediador de la nueva alianza (12, 24), prin cipio de salvación (2, 10), sacerdote según el orden de Melquisedec, es comparado con los ángeles y Moisés, su sacerdocio con el sa cerdocio levítico; su único sacrificio, infin itamente eficaz, con los innum erab les.e impotentes sacrificios legales. A l comparar el autor las dos econom ías lo hace a modo de opo sición, indicando con los calificativos que aduce la naturaleza de cada una. La antigua es el comienzo de un m ovim ien to cuyo tér m ino es la perfección, la «teleiosis» (7, 11); por eso, la nueva eco nom ía es m ejor, verdadera y eterna, y se opone a la antigua como la realidad a la sombra, como la obra de Dios a la obra del hombre. Todo concurre a poner de relieve la dignidad y excelencia su perior del nuevo orden de salvación. En este sentido orienta el autor su carta, ya desde el principio, cuando escribe: «Muchas veces y en muchas maneras hab ló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas, ú lti m am en te, en estos días, nos hab ló por su H ijo, a quien consti tuyó heredero de todo, por quien también h izo el mundo» (1, lss). El haber hablado Dios en la persona del H ijo, heredero univer sal, m ien tras a los padres lo había hecho por medio de los profetas, insinúa que se tra ta de una revelación, de un orden superior de sal vación. Pero es necesario notar que, en con jun to, la nueva vida religiosa se concibe como término obligado y natural de la econom ía mosaica. Esta, a causa de su inna ta lim itación, tendía hacia el tiempo de la reforma y la perfección (9, 10). La carta a los Hebreos, ya desde e l principio, afirma la continu i dad del plan divino en la economía religiosa (1, lss). Una «diatheque» sucede a la otra sin solución de continuidad. A través de dos eco nom ías se adivina una sola disposición divina que rige la historia de la salvación y se m an ifiesta defin itivamente en Cristo que es, al m ismo tiempo, «telos nomou» (Rm . 10, 4) y cumplim iento de todas las promesas (2 Co. 1, 20).
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