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74 LA «D IA TH E Q U E » E N HBR. 9, 16-17 Y n i el primero fue otorgado sin sangre; porque, habiendo sido leídos al pueblo todos los preceptos de la Ley de Moisés, to ­ mando éste la sangre de los becerros y de los m achos cabríos, con agua y lana teñ ida de grana e hisopo, aspergeó el libro y a todo el pueblo, d iciendo : «Esta es la sangre de la alianza que Dios h a contraído con vosotros» (Hebreos, 9, 15-20). Pasemos ya al texto de la ep ístola en torno al cual se centra la controversia más aguda sobre el significado de «diatheque». En todo el contexto del capítulo 9 hay una marcada referencia a la antigua alianza. Esta se menciona en el principio del capitulo, porque «e prote» debe completarse con «diatheque» sugerida por la inm ed ia­ tam en te anterior cita de Jeremías. Aquí la alianza (vers. 1-4) se considera m ás bien como legislación o comp lejo de instituciones re­ ligiosas. Sus instrumentos, las tablas de la alianza, se contienen en el arca (vers. 4). Sigue luego el paralelismo entre el viejo culto y el nuevo, que desarrolla el tema de la provisoriedad del santuario mosaico y de los ritos allí realizados. Todo esto era incapaz de per­ feccionar interiormente, tratándose de un con jun to de ceremonias externas y carnales, prescritas hasta el tiempo de la reforma (ve- sículo 10). El punto álgido, el vértice de la comparación comienza en los vers. 11 y ss., en los cuales los elementos mencionados anteriorm en ­ te hallan contrapunto luminoso en la esfera infinitamente m ás n o ­ ble de la actividad sacerdotal de Cristo. Los resultados de la acción de este Pontífice, que se ofrece a sí mismo en sacrificio, y no a los animales inmolados según la prescripción de la ley (vers. 13ss). En virtud de este sacrificio de sí m ismo, Cristo se hace mediador de la nueva «diatheque» (vers. 15). Luego, el autor pasa a probar bre- vísimamente la necesidad de la muerte de Cristo con un razona­ m iento que se concluye en el vers. 22. Los versículos que nos interesan ahora son 15-20 que repiten cua­ tro veces el vocablo «diatheque». El razonam iento para demostrar la necesidad de la muerte expiatoria de Cristo com ienza en el ver­ sículo 15: en virtud de su muerte se constituye en mediador de la nueva « diatheque » y los llamados entran en posesión de la herencia eterna prometida (vers. 15). Y en los vers. 16-17 añade que no se puede concebir una «diatheque» sin la muerte del «d ia th ém eno s»; la demostración de su muerte es condición indispensable para la plena validez o ejecución de aquélla. Para confirmarlo se recuerda que también la «diatheque» pactada en el Sinaí fue inaugurada con sangre. El raciocinio se mueve, pues, sobre el pivote del parangón entre

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