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7 0 LA «D IA TH E Q U E » E N HBR. 9, 16-17 sobre todo de fuerza y de perseverancia, de conciencia limpia y de caridad (10, 22-25, 11; cfr. 10, 38-39). No puede, pues, según esto admitirse la distinción de A . Deiss- mann entre religión de la g racia -testam en to y religión de las obras- alianza. También la nueva econom ía, don perfectam en te gratuito de Dios, impone al hombre una ley cuya observancia implica las obras. 3. La alianza entre Dios y su pueblo es fundam en talm en te una reconciliación (2 Co. 5, 18, 19), «e diatheque tes eirenes» (Nm . 25, 12; Is. 54, 10; Hbr. 13, 20). El perdón de los pecados, que no podían conseguir los sacrificios de la antigua diatheque (2, 15; 9,9 12; 10, 1, 2, 4, 22), constituye la característica esencial de la nueva (10, 15-18). Gracias al nuevo Mediador, el pecado no será ya un obstáculo a las relaciones con Dios, ni una amenaza de ruptura de la alianza, pues la eficacia del sacrificio del Mediador es eterna y de fin itiva (9, 20; 10, 29 ; 12, 24 ; 13, 20). Nada caracteriza m á s netam en te la nueva «diatheque» con relación a la antigua que esta insistencia en el per­ dón de los pecados y la santificación interna mediante el sacrificio del Mediador, entrando en comunicación perfecta con Dios (2 Cr. 5, 19), este efecto es tan importante e incluye de tal manera los demás que a él solo se refiere Cristo cuando promulga su alianza (M t. 26, 28). 4. En la antigua alianza, Dios era inaccesible (12, 18-21), en la nueva, Dios es auténticamente nuestro Dios, ín tim o y cercano, (12, 22-23). El creyente está constan temente en presencia de Dios (10, 19). En la antigua economía solamente el sumo sacerdote podía entrar una vez al año en el «debhir», ahora todo creyente tiene libre acceso al santo de los santos, esto es, a la presencia de Dios. La sangre de Cristo ha concedido este beneficio, (5, 9), en virtud de su sacrificio, nos introduce en el santuario celeste (6, 2 0 ; 8, 1 -2 ; 9, 11-24). El creyente adquiere una conciencia individual, íntima, experimental, de la acción salvifica de Dios en su a lm a a través de Cristo. 5. La antigua alianza era un esbozo, llam ada por lo tan to a desaparecer; la nueva es defin itiva y eterna (13, 20). De aquí los adjetivos que se repiten a lo largo de la carta y la califican , «kreitton, alethinós, alónios», calificativos incluidos dentro de una órbita más amplia, descrita por otros dos adjetivos, que definen las dos econo­ mías, mosaica y cristiana: terrestre y celeste. Aquélla era terrestre, por ser imperfecta, transitora e incapaz de procurar la justificación y perfección ; ésta es celeste, porque es perfecta, defin itiva, fuente de justificación , que tiene su expansión ú ltima en la vida bienaven ­ turada, cuya garantía se halla en el hecho de que su Mediador ha penetrado los cielos (4, 14), «después de hacer la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas (8, 3),

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