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C A R L O S DE VIL LA P AD XE RN A 6 9 eterna (9, 15). De aquí que «kleronomía» y «epanguelía» podrían casi identificarse. Los creyentes, los llamados (9, 15) se hacen partícipes de un patrimonio, de un con jun to de bienes («aga th á méllon ta») (9, 11; 10, 1) ligados estrechamente a la acción sacerdotal de Cristo (9, 11). E sta herencia, de la que hab la la epístola en diversas ocasiones (1, 14; 6, 12; 9, 15), no se concibe exclusivamente como algo reser­ vado a la vida fu tura (6, 5), sino que tiene su realización primera en este mundo. Los cristianos son los herederos de la salvación (1, 14), de los «méllonta agathá» (9, 9, 11). Cf. 7, 6 ; 11, 17; 6, 15; 11, 33; 9, 36; 11, 13; 6, 15). En el A. Testam en to la «kleronomía» era, en pri­ mer lugar, la tierra de Canaán , prometida a Israel (Lv. 20, 24; Nm. 26, 53; Dt. 9, 6 ; Hbr. 11, 8). En la epístola a los Hebreos la tierra prometida es símbolo de los bienes espirituales otorgados por Dios, gracias a la mediación de Cristo (10, 36; cfr. Ef. 2, 12). Es, en efecto, Cristo y n o Israel, el heredero divino (1, 2). Hace partícipes de su herencia a los pactantes de la alianza (3, 14; Rm . 8, 17) concedién­ doles en trar en el reposo de Dios (4, 9), la comunión con Dios (9, 24), la salud eterna (9, 2 8 ); todos estos dones tienen por causa la mediación de Cristo, cuyo efecto radical y fon tal es la reconcilia­ ción mediante el perdón de los pecados, como luego veremos (8, 12; 10, 15-18). Para conseguir estas promesas, esta herencia eterna, el hombre debe responder con la fe y la perseverancia (6, 17); debe hacer de su existencia terrestre una «latreia», un culto digno del Dios vivo (9, 14). El autor considera la vida cristiana, centrada en la fe y la caridad, como un culto ofrecido a Dios en Cristo (13, 15); la virtud de la religión debe ser el ambiente propicio en el que se mueva el creyente ganado para Dios por la mediación sacerdotal de Cristo. La concepción de la religión como culto ocupa un amplio espa­ cio en Hebreos. Esto ayuda a comprender por qué el autor elabora su teología, no partiendo de la resurrección de Cristo, sino de su ascensión, entrando, a través del sacrificio de su sangre en el san ­ tuario de Dios (4, 14; 9, lls s ). En este «alethiné skené» (8, 2) con su «thisiasterion» (13, 10), el culto cristiano (9, 14; 12, 28; 13, 10) está expresado por la fe y la caridad (que supone de este mundo 13, 13-14) y facilita vivir y m o ­ verse bajo la inspiración de un mundo superior; su vida ética y de acción de gracias (2, 12) tiene un sacrificio por el que ellos dan culto a Dios (13, 15-16), un sacrificio presentado a Dios por su «arjieréus», Jesús. Debe notarse que «pistis» no tiene el sentido objetivo de verdad de fe, sino de virtud fundam en tal inspiradora de toda la vida moral,

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