PS_NyG_1963v010n001p0003_0056

A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 11 tumba son escasos. Probablemente se rehu ía el insistir en este tem a para evitar el peligro del cu lto a los muertos, tan extendido en los pueblos circunvecinos. Pero es indudable que, dado el concepto bíbli­ co de Dios, a nadie se le ocurría negar que también los hab itantes del sheol estaban en las m anos de Yavé, ba jo su poder. El piadoso is­ raelita vivía en la esperanza de que Yavé no le abandonaría, ni aún en las regiones oscuras y poco conocidas de u ltratumba (Sal. 73). En los tiempos del Destierro y subsiguientes progresa notablem en ­ te la escatología del A. Testam en to . La asistencia de Yavé a los justos y el castigo de los m a los y a nadie cree que se h aya de realizar exclu­ sivamente en esta vida, sino en la otra. Los Sapienciales frente a la creencia tradicional, plan tean el problema de los premios m ás allá de la vida. Job ofrece la superación definitiva de las ideas antiguas y populares y se abre a las recompensas de ultratumba. En los últimos escritos del A . Testam ento, sobre todo en la Sabiduría, aparece muy clara e insistente la idea de la inmortalidad bienaventurada de los justos al lado de Yavé. ¿Cuál es el destino de los m alos?. An tes del Destierro predom ina un concepto de los premios y castigos absorbentemente comunitario y terrenal: son castigados las naciones enem igas de Y avé y de su Pue­ blo, y en esta vida. Pero luego se pasa a pensar más en el individuo y su destino personal de u ltratumba. En el libro de la Sabiduría los impíos son excluidos expresamen­ te de la felicidad interm inable que se concede a los justos. Los malos castigados, sufrirán la. vergüenza de su fracaso, perecerá su memoria en tre los hombres. Según p iensa van Im schoot, todo esta descripción del lib. de la Sab. no llevaría necesariamente consigo m ás de un castigo en esta v id a ; n ada en los textos indica, al menos claramente, que a la felicidad bienaventurada de los justos corresponda una pena eterna para los malvados *. Sin embargo, un castigo perdurable para los impíos podría estar en la mente del autor de la Sabiduría, si tenemos en cuenta que para él el pecado implica la muerte del alma. No que el alma sea aniquilada, sino que es privada de la compañ ía beatifican te de Yavé. Los impíos aparecen condenados a la muerte del alm a y, por consiguiente, a la separación dolorosa y torturante de Dios en u ltratumba, carcomidos por los remordim ientos, en im lugar de tin ieblas (Sab. 5. 13ss; 17,21s. Esta certidumbre en los castigos personales de u ltratumba creció notablemente en los tiempos que precedieron inm ediatamen te la ve­ n ida de Cristo. Los castigos materiales, corporales, físicos eran cono­ 4. I m schoo t , ob. cit., pp. 74-75.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz