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A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 9 ma del infierno nos parece clara, a base de lo que acabamos de decir. Posteriormente, al explicar la doctrina revelada sobre el infierno, la distinción se verá bajo nueva luz. En la literatura cristiana, en el cristianismo popular se han in filtrado numerosos elementos m íticos en la descripción del infierno. E jemplo fehaciente de la perviviencia de lo m ítico en la descripción del in fierno cristiano lo tenemos en la D ivina Comedia de Dante. Mucha literatura «edificante» y devocional, numerosos predicadores populares recurren con gusto a lo,s elementos m íticos pa ra inculcar la idea del in fierno en la sensibilidad y en la imaginación de sus oyen tes. Pero los elem entos m íticos forman sólo el decorado externo, la dramatización sensible de una realidad in terna y sobrenatural. La revelación divina tiene lugar en un mundo lleno del pensar m ítico. No puede desentenderse de esta form a m ental, si es que quiere ser entendida por los hom bres; pero ya desde el primer m om en to se opone la revelación al m ito en la sustancia m ism a de la realidad de que se hab la. Las form as m entales y expresivas de la cultura m íti ca son asum idas y subordinas a la expresión racional y m ás exacta de la realidad. El m ito y el «logos» son formas de expresar el misterio in accesible ; y ambas formas son válidas m ientras el m ito se subordine al «logos», la alegoría a la «analogía» m etafísica. La teología, en cuanto interpretación racional y cien tífica del contenido revelado, n o tiene por qué propugnar una «desm itologización» absoluta. B asta que el m ito sea controlado y utilizado conscientemente, conociendo sus lím i te s; a fin de que el Logos divino, la Palabra de Dios, no quede ahogada en la floración de las imágenes y figuraciones de la sensibilidad hu mana. Más adelante estudiaremos la forma cómo la Teología científica, racional, debe acometer el problema de la desm itologización de esa imagen del infierno que nos ofrecen los escritos y predicación cristia n a populares. A pesar de los numerosos elem entos poéticos y aun estrictamente rrí.ticos que contiene un infierno como el de Dan te, sin embargo se 10 un cristiano que cuenta con la revelación, con la Palabra de Dio¿ pudo leer escritas en la puerta del infierno estas palabras «Me hiz& el primer Amor». Muchos creen que esta afirmación es demasiado comprometedora para el D ios-Am or. S !n exam inar expresamente ahora el problema, podemos ya sentar la afirmación de que, al menos, solo el D ios Amor ha revelado a los hombres la existencia del infierno. La razón hum ana no puede encontrarlo, n i la imaginación creadora de m itos puede servirnos de base para afirm ar con s e g u r id ^ la exis tencia del infierno eterno que actualm ente profesa la teología en to xica. Sólo Dios, en form a progresiva, ha enseñado a los hombres la exis
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