PS_NyG_1963v010n001p0003_0056

A L E JA N D R O DE V IL L A L M O N T E 53 viadores — desde el principio al fin de los tiempos— debe decir que Dios quiere que todos los hombres se salven. Por tan to, nuestra teología debe decir que es realmente posible que todos los hom ­ bres, sin excepción, se salven. Por consiguiente, aun adm itida y siem ­ pre activa la posibilidad de que alguien se condene, sin embargo, es posible que de hecho nadie llegue a condenarse. Y por fin , que en tal caso es posible que de hecho no llegue a haber estado de con­ denación para n ingún hombre, no llegue a haber infierno para n in ­ gún hombre concreto, ni para los hombres en general. Si llegase a suceder así, para la teología de los viadores, nuestra teología, que­ dan abiertas dos posibilidades reales: a) posibilidad real de que todos se sa lven ; b) posibilidad real de alguien se condene. Posibi­ lidad real de que el género humano termine en esta doble situación : doble destino eterno, para buenos y malos, o único destino feliz pa ­ ra todos. Esta apocatástasis «impropia», esta posibilidad de que todos lleguen a salvarse ¿está en contra del dogma del infierno y su eter­ n idad? Si se afirma que ciertamente Dios salvará a todos, que Dios en ­ contrará medios m isteriosos desconocidos para nosotros, para que todos eviten entrar en el estado de condenación, en este caso esta­ mos contra el dogma. Esta certeza de que de hecho todos se sa lva ­ rán no puede ponerse sin atentar contra el dogma de la gratuidad y libertad de la G racia y contra la libre decisión del hombre. Es un paso ilegítimo de la voluntad salvífica «anteceden te», a la de­ cisión salvadora de Dios, a la voluntad salvífica «consiguiente» uni­ versal como algo seguro. Dando un paso m ás podría decirse que la salvación universal no sólo es una posibilidad antecedente, que ya ahora conocemos antes del fin del mundo, sino que a lo m ejor en el juicio vemos que la posibilidad se ha ido trasform ando en realidad gozosa, pues de hecho todos se salvaron, nadie entró en el infierno. En nombre de la fe no podemos quitarle aun cristiano esta «gozosa esperan za »; m ientras el cristiano no niegue la posibilidad real y antecedente de que algu ­ nos se condenen y m an tenga con seguridad de fe lo sigu ien te: si de hecho alguien es condenado, su in fierno será rigurosamente eter­ no, sin base para esperanza. Una esperanza «ilusoria» no debe abrir brecha en el dogma del infierno y su eternidad. Pero la fe en el infierno eterno no am inora la esperanza en que la voluntad salvi- fica antecedente de Dios, pueda convertirse en triun fan te realidad. Nosotros rechazamos la apocatástasis en su concepto teólogico técnico antes indicado. Y a decíamos antes que, los textos del N. Testamento en su sen ­ tido más inmediato, exigen que, al menos en la actual Economía,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz